La inutilidad de mirar hacia atrás
lunes, diciembre 11, 2006
Wenley Palacios

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     Un concejal de uno de nuestros más bellos pueblos, hace unos ocho años, escribió “Hitler mató a seis millones de judíos y Stalin a sesenta millones de personas”. Se armó. Su Alcaldesa, del mismo partido, dio la cara por él y la acusaron de cometer el diabólico pecado de no respetar lo políticamente correcto. Del boletín municipal pasaron las críticas a la prensa nacional. Un articulista progre, con el cerebro agusanado de excrementos marxistas, cuya gracia estilística se ubica en el culo como las avispas, llamó a la alcadesa “novia de Hitler”. Hoy nadie se asombra de aquella afirmación. Ucrania ha solicitado que se declare genocida a Koba el Terrible. La historia tiende a hacerse transparente. Es muy paciente, a veces necesita milenios. En ocasiones le bastan ocho años.

     La memoria histórica no existe, o es historia o recuerdo personal. Pero acuñado el palabro, se usa como un estafermo por los defensores la II República, porque –dicen- luchaban por la democracia y la libertad. Importantes republicanos salieron de sus escondites el día que entraron las tropas del General Aranda de Castellón. Ninguno fue represaliado. Lucharon mal dirigidos por sus políticos, preocupados por exterminar también a sus oponentes dentro de la España republicana, para imponer la dictadura del proletariado.

     Un camión con los 56 cadáveres, amontonados, de los presos del buque “Isla de Menorca”, fusilados en agosto de 1936, atravesó nuestras calles. Al huir, en junio de 1.938, sembraron los caminos de la huerta de hombres, sacados de los refugios, cobardemente asesinados. Entre una fecha y otra los chequistas se lo pasaban en grande matando fascistas. Juanito Arín cazaba curas por los terrados o los mataba en el asiento trasero de su pequeño coche, a bocajarro “¡Cuánto disfruté anoche!”.

     He encontrado en “La Gran Revancha”, escrito por Isabel Durán y Carlos Dávila, una lista no desmentida de los asesinados en la zona roja en Castellón: 4240, entre ellos más de 600 sacerdotes y religiosos. Y otra lista: el franquismo, durante la guerra y después, se cargó a 1052. No se trata de tú más. Se trata de unos y otros, de ambas partes. Fue un plan de exterminio del contrincante, que unos practicaban y los otros también. El día que alguien muere es su fin del mundo, acaba de vivir su apocalipsis y se enfrenta al juicio final, a la venida definitiva del Cristo, que Teilhard du Chardin llamó Cósmico. La evolución del Universo acaba para él y se encuentra con la cara luminosa de Dios, el Paraíso. Una vez que se entra en la eternidad el tiempo no existe. Todo ocurre y se contempla en el mismo instante. Sólo los restos mortales quedan bajo tierra, a veces en fosas comunes. Dejemos que descansen. Ellos han alcanzado un nivel distinto, un lugar sin banderías y consiguieron, sin duda injustamente, llegar a su destino feliz para siempre.

     No es bueno mirar hacia atrás, el pasado es una sombra como Eurídice, la bella rumana. Orfero la rescata del Hades, el reino de la muerte. Ella debe caminar detrás para que su esposo no vea su cara. Enamorado se vuelve y al mirarla se desvanece. Hay que mirar adelante, al futuro. Hay que conocer la Historia para no repetir errores, pero hay que moldear el porvenir porque, en gran medida, está en nuestras manos hacerlo. Se lo debemos a nuestros hijos y nietos, no a nuestros muertos. Para éstos el recuerdo, para aquéllos nuestra lucha diaria, sin desfallecer, en la conquista de la libertad y la democracia día a día.

11 de diciembre de 2.006, Diario "Mediterráneo".

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