Christine Keeler. La traición
viernes, julio 28, 2006
Wenley Palacios

     John Profumo, Ministro de la Guerra, conoció en la casa de campo de Lord Asley, a Christine Keeler, nacida en 1.942 en un ambiente sumamente pobre. A los 16 años dejó su casa, entró a trabajar en elkeller.gif Cabaret Murray y fue subiendo de la mano de su amante, el osteópata de moda Estephen Ward, play boy que prestaba las chicas a sus aristocráticos amigos. En la cama de la Keeller, siempre concurrida y variada, alternaba el Ministro de la Guerra John Profumo y el Capitán de la Marina Rusa Eugene Ivanov, en plena guerra fría. Los rumores llegaron al Parlamento, donde Profumo mintió sobre su vida privada en presencia del Primer Ministro. El 1 de junio de 1.963, se desveló el escándalo y tuvo que reconocer haber mentido y dimitir. Poco después caía el gabinete del Primer Ministro Harold Macmillan, hasta poco antes conocido por Supermac. Ivanov regresó a Rusia. La Keeller estuvo escondida en la costa española, donde el recepcionista del Hotel Bayren de Gandía la reconoció en una foto del ABC y de madrugada la sacaron tapada con una sábana y la devolvieron a Inglaterra, acusada de traición e imputada por la muerte de Ward, que se había suicidado en prisión, acusado de proxeneta. Profumo dejó la política y ayudado por su mujer, la ex-actriz de cine Valerie Hodson, se retiró de la vida social y dedicó sus esfuerzos a la filantropía en las afueras del Este de Londres. Tras purgar durante largos años su anterior comportamiento, la Reina lo nombró en 1.975 Comandante del Imperio Británico, uno de los máximos honores de Gran Bretaña.

     En España llama mucho la atención Los Albertos. Han estafado a sus socios en miles de millones falsificando documentos. Cuando se descubrió el escándalo continuaron en sus puestos, con su vida social, albertos.jpggozando de los favores y parabienes de todos. No bastó la primera sentencia, que los declaró culpables, aunque sin condenarlos, por prescripción del delito; fue necesaria una segunda sentencia, con condena, del Tribunal Supremo que no estimó la prescripción. Hasta ese momento no habían devuelto el dinero estafado. La gente se pregunta si acabarán o no en la cárcel. Depende del criterio jurídico del Tribunal Constitucional sobre la prescripción. Lo escandaloso es que continúan sentándose en los círculos económicos más altos del país. Qué confianza puede tener su vecino de mesa en cualquier consejo de administración en personas que han engañado a sus socios, los han timado sin tener recato alguno en falsificar documentos; y solo han devuelto lo estafado para evitar, de momento, la cárcel. Acaben, o no, pasando una temporada a la sombra, L os Albertos no están haciendo méritos para que les vuelvan a tender la mano. No se les ha visto con cara de arrepentimiento, cuando es público que han faltado al más sagrado de los deberes, a la lealtad para con sus amigos, con sus socios. A los traidores hay que señalarles como lo que son.

     Tampoco se entiende el trato que algunos dan a los tránsfugas políticos. El problema no es que hayan cobrado o no; siempre hay menos dinero del que se dicetamayo.jpg, a veces ninguno, como se ha visto en el caso de Tamayo y Sáez. El problema está en que han faltado a la lealtad que deben a su p artido, a sus amigos y, por tanto, nadie debe darles cobijo, porque, el que no está de acuerdo con su p artido debe dimitir e irse a su casa, ya que el p artido no percibe su sensibilidad o sus ideas, pero, pasarse al otro bando o quedarse en la cuerda floja del Grupo Mixto o no adscrito, solo es venganza o presión. Ojo con ellos, en ninguno de los casos son de fiar, son personas desleales.

     Cuando murió Fernando I, Rey de Castilla, dividió el Reino entre sus cinco hijos. Sancho II, tras ganar León a su hermano Alfonso, puso cerco a Zamora, gobernada por Doña Urraca. La lucha la resolvió el traidor Bellido Adolfos, asesinando al Rey Don Sancho. El Cid, criado y educado con éste, tomó juramento al nuevo Rey de Castilla, Alfonso VI, en Santa Gadea. Poco después fue desterrado, pero sirvió lealmente en sus conquistas al nuevo Rey de Castilla. “Polvo, sudor y hierro, el Cid Cabalga”. La lealtad a veces obliga a enfrentarse a los más poderosos e incluso a cambiar de destino, pero nunca está permitida la traición.

santagadea.jpg

16 de noviembre de 2.003 , Diario "El Mediterraneo".

Article originally appeared on Wenley Palacios - Libertad día a día (http://wenley.squarespace.com/).
See website for complete article licensing information.