Brian Hutton. La calumnia
sábado, julio 29, 2006
Wenley Palacios

     La casita de Juan, entre seis grandes pinos, la rodea un olivar milenario, productor de aceitunas negras, que adoba con tomillo, aperitivo exquisito. Por delante la antigua era y el horno de pan junto al borde cortado sobre un círculo abierto, orientado al sur. Abajo un microclima con palmeras de dulces dátiles, mangos y papayos que cuida Metodio. Se llama El Palmeral, pero sus amigos dicen El Paraíso. Se comprende que baje poco a la ciudad. Ayer vino a comprar y a las 11’30 a la tertulia. Hablaban del follón de la BBC.

     Juan contó algo al pelo. Rosario María de las Flores, tenía invitado a Emeterio, allá en el altiplano andino, nieto de su tía Joaquin a, que la crió y en gloria esté, a pasar las fiestas de junio. En la hacienda de Don Hipólito Espinosa de los Llanos, apareció su hija Lucía de los Amores, recién salida de un internado de la capital. La primavera reventó en miles de flores, el agradable calor era intenso, por las noches bajaba de la sierra un fresco que permitía dormir o bailar y enamorarse. La banda tocaba en la plaza. Emeterio sacó a bailar a Lucía de los Amores y los ojos de los dos jóvenes se llenaron de luz.

     Todos sabían que Lucía había sido apalabrada, siendo pequeña, para el hijo de Leandro el molinero, dueño de la factoría de harinas, desde que Rosario María de las Flores decidió industrializar el pueblo. Don Hipólito amenazó a su hija, con volverla a encerrar de por vida, si seguía viéndose con el chico. amantes.jpgLucía de los Amores trató de despedirse de su enamorado, pero él, con un solo beso, la convenció. Eran jóvenes, hermosos, llenos de vida y de ilusiones. Rosario María de las Flores los acogió en la casa, habló largo con ellos, estaban tan enamorados que, al cabo de unos días, fueron con ella al Ayuntamiento, llamó un par de testigos y los casó. “Podéis besaros y hacer lo que queráis, sois marido y mujer”. Don Hipólito y Leandro se lo tomaron como ofensa personal y arremetieron contra la Alcaldesa. “La Verdad” salió a la calle acusándola, en sus páginas, de cobrar a Leandro grandes cantidades de dinero por traer las aguas del monte hasta su factoría. Don Hipólito hizo llamar a su hija para bendecirla y pedir que se casara por la Iglesia. Cuando fue la joven, el padre le pegó una paliza y la raptó, nadie sabía donde estaba. Dos días más tarde, la antigua sirvienta que la crió, le facilitó escapar, con su cara amoratada. Momento propicio para que saliera también a la calle otro periódico, “El Vocero”, arremetiendo contra la Alcaldesa. Tampoco habló del rapto y la paliza, eran cosas de familia.

     Los envidiosos hacían eco a los periódicos, mientras la buena gente del pueblo, se decía: “como pase algo con Rosario María de las Flores, perderá mucho el pueblo, a ver quien sigue con la industrialización y las mejoras que está haciendo”. Don Leandro, Don Hipólito y los periódicos seguían acusándola. Don Severando, Juez de Paz, llamó a todos y cuando logró que se hiciera silencio, la Alcaldesa preguntó: “Leandro dices que me has dado dinero ¿tienes recibo?”. “No”. “¿Algún testigo?”. “Tampoco”. Mirando a Don Severando remató: “No se qué hacemos aquí”. “Ahora os lo digo”, sentenció el Juez, “los directores de los dos periódicos, Don Leandro y Don Hipólito no pueden vivir en este pueblo, ni tan siquiera venir por las fiestas en diez años. Esta orden empieza a regir en media hora”.

brian hutton.gif     Tras la decisión del insobornable Juez Brian Hutton, el Lord de Acero , la civilizada Inglaterra ha resuelto de manera elegante y eficaz el problema de la BBC, por su injustificado ataque al Primer Ministro. La emisora ha pedido perdón. Su presidente y su máximo ejecutivo han dimitido, se han ido a casa. Los que no actúan con la verdad contrastada no caben en los medios de comunicación, ni en la sociedad.

8 de febrero de 2.004, Diario "El Mediterraneo".

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