Ícaro. La imprudencia
sábado, julio 29, 2006
Wenley Palacios

icaro.jpg     El Rey de Minos, padre del Minotauro, toro con cabeza de hombre, encerró a Ícaro y a su padre Dédalo en el Laberinto, porque éste enseñó a Adriana cómo Teseo podía encontrar el camino y matar al monstruo. Para salir de él, Dédalo fabricó unas alas, con cera y plumas, para él y para su hijo, e iniciaron el vuelo que los llevaría a la libertad, aconsejando a su hijo que no volara demasiado alto, ni demasiado bajo. Ícaro fue imprudente y se acercó al sol. La cera se derritió, cayó al mar de Icaria y murió. No es el primer accidente de la historia, pero si es el más llamativo de la Mitología.

     Gabriel, hijo de un rico contratista, tenía cuatro coches, 1.950, todos anteriores a 1.936, pues no había otra cosa. Su padre le dejó el más grande y fue con sus amigos al Grao. La carretera estaba adoquinada y el traqueteo era infernal. A 90 km./hora, el Opel iba a grandes saltos. Las chicas, sentadas detrás, acabaron en el suelo del coche. A los lados de la carretera, enormes plátanos, eran un imán de coches accidentados, hasta que la autoridad ordenó cortarlos.

     Han pasado más de 50 años y las campañas para evitar los accidentes se multiplican. El Código de la Circulación se cambia constantemente con mayores penas a los infractores, pero las víctimas son cada año del orden de 150.000, con 4.000 a 5.000 muertos.

     El número de víctimas del terrorismo, el 11 de septiembre entorres gemelas.jpg Estados Unidos, fue de unas 6.000. A Dios gracias son menos de una quinta parte las víctimas mortales de ETA. En la Guerra de Iraq han muerto muchos menos soldados. Sin embargo son noticias de primera página en cualquier periódico del mundo, cuando los muertos en la carretera, a final de año o después de un puente, no son noticia, solo meros números estadísticos. Nadie se rasga las vestiduras, ni montan manifestaciones, ni los actores se ponen pegatinas. Nadie es solidario con las víctimas del automóvil.

     De 1.950 a hoy, hay más carreteras, autopistas y autovías, los conductores pasan exámenes más duros, las leyes son más exigentes, los coches más seguros. Siempre se puede hacer algo más en las carreteras y apretar en las Leyes y en los exámenes y en la seguridad de los vehículos. Todo eso se hace. Pero también, cada vez, son más veloces, único punto que no puede mitigar el gran número de accidentes. La velocidad es un elemento decisivo a la hora de determinar las consecuencias de una colisión. Es inocente pensar que una señal limitando a 60, a 80, a 120 km./hora, es suficiente para que todos accidente.jpglos conductores cumplan con la limitación. Unas veces el coche quiere más y el conductor no se da cuenta, otras es la carretera que embala con su inclinación, por no contar a los acelerados por el alcohol. ¡A cuantos les gusta correr! Aceleran como si fueran a despegar. Esas señales se han mostrado inoperantes, a pesar de las sanciones. Va llegando la hora de prohibir la circulación de coches que no lleven limitada su velocidad en la propia mecánica, de fábrica. Es la medida que falta probar. Aunque las multinacionales pongan el grito en el cielo, si podemos ahorrar parte de los 4.000 ó 5.000 muertos al año y de otros tantos con severas lesiones permanentes, merece la pena intentarlo. Estamos en tiempo de elecciones y los partidos políticos no están para consensuar normas supuestamente impopulares, pero llegará un momento en que los ciudadanos lo pedirán, como ya lo exige el sentido común.

18 de enero de 2.004, Diario "El Mediterraneo".

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