Lucio Quincio Cincinato, 519-439 a. de J.C., rico patricio romano, se arruinó al pagar una multa por un delito cometido por su hijo Caeso. Se dedicó a la agricultura por el resto de su vida. La Ley Terentilia Arsa, sostenida por los tribunos, era discutida. Los patricios nombraron a Cincinato Cónsul de Roma. Sintiendo tener que dejar la agricultura, aceptó y durante su año de mandato restableció la tranquilidad entre tribunos y plebeyos. Volvió a sus actividades en el campo. Cuando los volscos, los ecuos y los aqueos, intentaron apoderarse de Roma, el Senado le nombró dictador con poderes absolutos, notificación que recibió cuando estaba con la mano sobre el arado. Aceptó, el pueblo lo recibió con júbilo. Al frente de las legiones, dirigió los combates y derrotó a todos los enemigos. Regresó victorioso, con un rico botín para Roma, tras asegurar la paz internacional. Renunció al poder y volvió a su trabajo en el campo. Cuando el Senado y los cónsules quisieron nombrarlo nuevamente dictador, no cedió, siguió viviendo como un simple ciudadano cultivando la tierra. Fue un hombre recto, integro, buen estratega y militar, legislador justo y gran patriota. Es el paradigma de la honradez.

     A punto de terminar el año, se despide de Las Cortes, próxima ya la convocatoria de elecciones, el Presidente del Gobierno. Se va por voluntad propia, a pesar de que tantos le han pedido se quede. Ha situado a España a un nivel económico equilibrado y nunca conocido, ha asegurado ampliamente la cobertura de las pensiones y entendido perfectamente cuál es la nueva guerra en el mundo, estando en la vanguardia contra el terrorismo. En el país ha dado la batalla, prácticamente definitiva, contra ETA Sale en silencio por un inmenso arco de triunfo que, sin duda, la historia le reconocerá. Tal vez, pronto, como se lo ha reconocido a Suárez, a pesar de que según las crónicas de su época, parecerá que Adolfo se fue haciendo mutis por el foro sin que nadie se apercibiera de sus méritos. Hace 50 años los españoles emigraban, iban a recoger manzana a Francia o a trabajar en los peores empleos de las fábricas de Alemania. En Inglaterra limpiaban letrinas y los afortunados servían en los pubs de menor categoría. Hoy España es reconocida en el mundo y sabe plantarle cara a cualquier país europeo de los que, en otros tiempos, daban de malcomer a nuestros emigrantes. Son de otros países los que ahora vienen a España, tierra de promisión.

     Aparentemente se va entre la bronca de la oposición, que le niega el pan y la sal. No puedo dejar de referirme a Llamazares. Un hombre impagable, creo que se merece uno de los sueldos más elevados del Estado. Es mi faro, con saber lo que dice, sé exactamente que hay que hacer lo contrario. Zapatero no sirve de faro, ni para lo bueno, ni para lo malo. Es como una brújula cerca del Polo, gira su aguja loca y nunca se sabe a donde apunta.

     José María Aznar entendió perfectamente aquella máxima de Cicerón, cuando dijo a los romanos: “no os preguntéis que puede hacer Roma por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por Roma”. Para un mundo más amplio, aldea total, John Fitgerald Kennedy entusiasmó y llenó de esperanza a medio mundo con el discurso de toma de posesión como Presidente de U.S.A., 1.961, cuando recogió las palabras de Cicerón y añadió, dirigiéndose a los todos los ciudadanos del mundo: “no me pregunten qué puede hacer América por Ustedes, sino que podemos hacer juntos por la libertad del hombre”.

     No es la vida el principal derecho del hombre, sino la libertad, porque cuando pierde ésta, pierde sus demás derechos fundamentales. El que pierde la libertad, ésta próximo a poder ser ajusticiado, ha perdido ya la libertad de expresión y todos los demás derechos. Hay que luchar juntos, los hombres del mundo que entiendan esto, para mantener la libertad de todos. Es lo único que nos puede llevar a la paz que os deseo en estas Navidades, más larga que la Pax Romana del Cesar Octavio Augusto, que coincidió con el nacimiento de Jesús.

28 de diciembre de 2.003 , Diario "El Mediterraneo".