El palacio del aire
sábado, julio 29, 2006
Wenley Palacios

     A finales del verano de 1.955 conocí París. Me recibió mi amigo Leonardo, que me enseñó lo más llamativo. En los bares servían zumos de fruta y vi el espectáculo del Teatro Folies-Bergére. victoria de samotracia.jpgHace 50 años los zumos embotellados y los desnudos, que ahora prolíferan por todas partes, dejaban boquiabiertos a quienes llegaban del encorsetado país que regía el General. Lo grandioso fue contemplar en el Museo de Louvre la colosal escalera que se abre en dos largos tramos laterales tras el primer rellano. En él, como mascarón de proa de una nave, está la Victoria de Samotracia, monumento a la Diosa Niké, erigido en mármol hacía el 190 a.C. Fue descubierta en 1.863 por el cónsul francés Charles de Champoiseau y parece haber encontrado, tras 2.000 años de espera, el lugar más adecuado del mundo civilizado para exhibirse. Aunque le faltan los brazos y la cabeza, mide 2’45 metros. Viste túnica y capa ceñidas por el viento a sus fuertes piernas y recio torso. Con su pie derecho dando un paso hacía delante y sus alas de plumas extendidas hacía atrás parece que echa a volar. El pesado bloque de mármol, tallado por Pithokritos de Rodas, da idea de agilidad, de movimiento, como si fuera suficiente su airoso ademán para mantenerse en el aire. Ese gesto impreso en el mármol, esa sensación de vuelo, eleva la simple escultura a obra de arte. Una de las más perfectas y bellas. Lo mismo se siente al entrar en la Cátedral de León. La luz se cuela a través de los cristales emplomados, irisándola en mil tonalidades, dando la sensación de que la piedra de los muros es transparente. Las obras de arte tienen, sobre la materia de que están hechas, el toque creador del genio del artista.

     En Valencia surge del agua un enorme pez, forma biológica transformada en planos geométricos por Santiago Calatrava. Es el Palau de les Arts que se acaba de inaugurar la víspera pala de les ars.jpgdel Día de la Comunidad. El pesado hormigón armado da la sensación de volar, parece que un delfín va a dar un salto fuera del agua. El aire se cuela entre las dos placas en rombo que abrazan el edificio y la pluma que lo corona. Por donde se mire, de su imperceptible estructura abierta, anclada en puntos inimaginables, el aire se escapa como si fluyera por allí la música de sus cuatro auditorios, montados con las técnicas más modernas para representaciones y conciertos. Sus 75 metros superan en altura a las Óperas de París y Sidney. El director Lorín Maazel lo ha definido “como la décima maravilla del mundo”. Periodistas de los medios informativos más importantes del mundo se dieron allí cita. El turismo creció al punto de saturar los hoteles de la ciudad. Asistió la Reina Sofía. La orquesta compuesta por músicos valencianos, llegados de todo el mundo, maazel.jpgy los coros interpretaron fragmentos de “Carmen” de Bisset dirigidos por Maazel y Enrique Asensio dirigió romanzas de zarzuelas de autores valencianos. Volvió Maazel con “Los cuatro madrigales amatorios” de Joaquín Rodrigo y la Suite II de “El sombrero de Tres Picos” de Falla. Luego, todos los profesores de la orquesta y los coros se unieron desde el escenario con el público puesto en pie ¡cantics d´amor, himnes de pau! cantando el emocionante Himno de la Comunidad; y terminó con el Himno Nacional.

     Turistas de todo el mundo, como van a Barcelona para admirar los edificios de Gaudí, vendrán a Valencia a ver los de Santiago Calatrava, valenciano universal, que ha creado un palacio consagrado a la música, concebido como cabeza de un gran pez que emerge del agua y se transforma en líneas geométricas puras, por las que se cuela la música y el aire. El iluminado ZP, que a Dios gracias solo gafa a sus amigos, nos castiga negándonos el agua, estignatizando nuestra lengua, retrasando el AVE, negando infraestructuras. A su pesar, los valencianos hemos dado a España y al mundo de la arquitectura, de la música y del turismo, una gran obra de arte, el Palacio del Aire.

18 de octubre del 2005, Diario "El Mediterraneo".

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