La magia blanca o ilusionismo es el arte de entretener con trucos que en apariencia violan las leyes de la naturaleza. Se basa en principios psicológicos y en la manipulación, ocultando al espectador como los hacen. Desde milenios se ha distinguido de la magia que practicaban los brujos y médicos de la tribu. El mago Dedi, sobre 2700 a.C., en Egipto decapitó dos pájaros y un buey y después aparecieron con sus cabezas. Entre 1.899 y 1.926 Harry Houdini, norteamericano de origen húngaro, fue un célebre escapista. De una caja cerrada con llave, donde lo metieron atado y esposado, sellada con cinta de acero y sumergida en el puerto de Nueva York, a los 59 segundos salió a la superficie. Estudioso y autor de escritos contra los falsos parapsicólogos, legó sus libros a la Biblioteca del Congreso. El más famoso mago, hoy, es David Copperfield, que mantuvo un romance con la escultural Claudia Schiffer. En 1.997 trasladaba su espectáculo “Sueños y pesadillas” en dos boeing con más de 40 toneladas de equipos de escenografía, efectos visuales e iluminación y 50 personas. Hizo desaparecer un autobús, el Orient Express, la Estatua de la Libertad, atravesó la Gran Muralla de China.

     El domingo 24 David Copperfield estuvo en Valencia, realizando uno de sus trucos más prodigiosos. Apareció en el Parque del Oeste ante 1.500 personas que, en lugar de ver al mago, vieron a ZP explicando los éxitos de un año de Gobierno. ¡Qué de aplausos, qué de las bocas babeantes, qué entusiasmos! Copperfield, con su apariencia ZP, les decía “os he dejado sin agua, he amordazado el valenciano, he quitado dinero a la Copa de América de Vela, he parado el Estatuto porque primero hay que ver el de Maragall y el AVE ni se sabe para cuando”. Cada vez que hablaba del daño que hacía a estas tierras ¡qué aplausos, qué de besos recibió de las sociatas! No hay otra explicación, era David Copperfield realizando uno de sus trucos más espectaculares. Su apariencia era idéntica a la de ZP. Además, aunque su discurso era una ofensa continúa a los valencianos, 1500 personas no las oían, oían maravillas. Decididamente David Copperfield es el número uno de los ilusionistas.

     Los que luego vieron aquel acto por televisión, no sufrieron la ilusión que producía el mago y vieron a ZP, el de las palabras vacías, en la tribuna, diciendo las bobadas de siempre. En las tarimas y en el programa “59 segundos”, donde no se le puede replicar, algunos caen en el encantamiento, pero los miércoles, en el Congreso, le pegan tales palizas dialécticas que ¡plaf! el globito se deshincha. “En 2.007 se verá el caudal de agua que traeré a esta Comunidad y el PP tendrá que pedirme perdón por desconfiar”. Don Juan Tenorio, incrédulo, decía: “Cuán largo me lo fiáis”.

     “Señor Rajoy, diga a los homosexuales que son ciudadanos de segunda”, dice Rubalcaba. Por supuesto, no son de segunda, son iguales que cualquier otro ciudadano, con los mismos derechos; pero sean pareja de hombres o de mujeres, no pueden engendrar. Su unión, que merece todas las ventajas laborales, fiscales, hereditarias y de cualquier otro tipo, por muy masculina que sea ella si son dos mujeres, o por muy tierno que sea él si son dos hombres, nunca dará el rol de padre y madre y sin eso no se crea familia, por eso su unión no es matrimonio. Familia es algo más que adoptar a un niño, sea chino o ucraniano; comprende otras muchas relaciones, incluso con vecinos y extraños, formando un núcleo esencial de la sociedad, base fundamental de ella, según las religiones cristianas, la hebrea, la musulmana o cualquier otra. Negar la esencia de la familia no es progresista, sino destruir valores universales. Por eso, Alcaldes y Jueces pueden objetar, para no casar personalmente, si así lo sienten en conciencia. Es un derecho que reconoce la Constitución, artículo 16, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, artículo 9, la Constitución Europea, artículo II-70, y el T.C. ya lo ha reconocido a médicos ante el aborto y a los llamados a filas.

3 de mayo del 2005, Diario "El Mediterraneo".