Rosa María de las Flores. La infamia
sábado, julio 29, 2006
Wenley Palacios

carod rovira.gif     Cuando baja de su casita de campo, entre la montaña y el mar, Juan siempre acude, sobre las 11’30, a la tertulia, 20  minutos para el café. Hoy, el tema de conversación es Carod-Rovira. Ha tratado de imponer, con apenas 2% de votos nacionales, 16% en Cataluña, una concepción distinta del Estado. Un truco para romperlo, deshacer España, como le enseñaron sus adoctrinamientos leninistas. Aprovechando su cargo en funciones de Presidente del Gobierno Catalán, fue a ver a dos pistoleros de ETA “Vosotros no matéis en Cataluña y daré cobijo político a vuestro independentismo, que también es mío”. Se armó. Dimitió de Conseller en Cap, pero continua en el Gobierno. No se ha retractado lo más mínimo, piensa que lo ha hecho muy bien. Dice que ha ido a salvar vidas. Ahora quiere ir a Madrid de Diputado y se van a enterar, el resto de los españolitos, de lo que es bueno.

     Al que le cuida a Juan sus frutales, sus hortalizas, sus flores, le ha venido a visitar su tía, Rosario María de las Flores, del antiplano andino, mujer de mucha importancia, elegida Alcaldesa de su municipio. Recibió la faja de mando y llamó a Funesto. Cuando va a votar le llaman Inocencio, pero todos le conocen por Funesto, vendedor de ataúdes, que va a la Sierra, a parajes altos y desconocidos, para entrevistarse con la guerrilla y pagar comisión, porque cuanto más matan, tiene mejor negocio. Tardó mucho Rosario María de las Flores en contactar con la guerrilla. Tras cuatro intentos, llegó la ocasión y lo planteó muy claro: “he de proteger a mi pueblo, maten donde quieran, pero en mi pueblo nada, a cambio les dejaré esconderse en los refugios del monte, cuando vengan a perseguirlos los regulares del Gobierno de la capital. Sin que nadie se entere”. La guerrilla se lo estudió, estuvo reunido el consejo con el Comandante, que se mostró conforme con el trato. Irían a matar al pueblo de Vallevaquilla. “Hombre no, allí vive mi hermana”. “Está bien, mataremos en Cuevacaballo”. “Allí vive mi prima tercera, Joaquin a, no me lo perdonaría jamás su madre, que me crió y en gloria esté. Tenéis que ir a matar más lejos”. El Comandante la miró, medio en guasa, medio en serio: “iremos a matar a esos niños que comen en el basurero de la capital”. “Niños, es muy fuerte, mira, niños no; busca otro sitio”. “Vaya con la Alcaldesa, si que es remilgada. Iremos a matar viejecitos de la casta más despreciable de Bangladés. ¿Qué te parece?”. Rosario María de las Flores se le quedó mirando, pensativa. Realmente aquéllos estaban muy lejos, no los conocía y eran viejecitos. “Está bien, me lo pienso y te mando recado con Funesto”. Le contaba Rosario María de las Flores a Juan, por la noche no podía conciliar el sueño, se le aparecían los andrajosos mendigos, viejecitos, de Bangladés: “no tienes corazón, nosotros también somos humanos, si dejas que nos maten será una infamia”. La noche siguiente tuvo las mismas apariciones y los mismos sueños y la otra también. Llamó a Funesto: “cuando veas al Comandante, dile que no hay trato”.

     Lo peor de Carod-Rovira no es su entrevista con la ETA, que mal está, ni hacerlo a escondidas de sus socios de Gobierno, aprovechando estar de Presidente en funciones. Lo grave es no saber que lo ha hecho mal. No sabe que, niños, viejos, de aquí o de allá, todos somos iguales. Es un infame.

1 de febrero de 2.004, Diario "El Mediterraneo".

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