Con terrible espada flamígera
lunes, julio 31, 2006
Wenley Palacios

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     Los periódicos de Castellón, incluyo a los gratuitos de reciente aparición, han reseñado que la Concejalía de Cultura, a cargo del Teniente Alcalde Miguel Ángel Mulet, ha invertido 2.000 euros por habitante y año. En los tres últimos ha ofrecido una media de tres actos culturales al día. Satisfecho del trabajo ha apostillado que tiene buenos motivos para creer que se ha cumplido, aunque la cultura no se mide en dinero. Desde luego la labor cultural ha sido superior a la destacada inversión.

     Lo importante es que Miguel Ángel ha obtenido certificado de demócrata concedido, nada menos, que por un supuesto celador de la democracia, dotado con terrible espada flamígera. Así lo ha declarado a Mediterráneo, pag. 6 de la edición del día 2 pasado. ¡Enhorabuena!

     Ha venido a cuento de la labor, sin par, del celador demócrata que ha enarbolado su terrible espada flamígera y conseguido por unanimidad –obsesión totalitaria– convencer a la Comisión de Cultura para retirar un libro -no se cual es, ni es importante- en base a que contiene frases poco demócratas –belicistas, parafascistas, homófobas, golpistas, nacionalcatólicas- que no se pueden expandir, ni patrocinar. ¿Alguien puede creer que tiene poderes especiales para definir lo que es o no demócrata? Lo cierto es que quien retira un libro de la circulación, quien impide llegue a las bibliotecas, como quienes los queman, es lo más parecido a un inquisidor, un estalinista y un naci, pues participa del denominador común de los tres. ¡Expurgar libros, qué barbaridad!

     En 1950 los universitarios teníamos acceso a muy pocos libros, no sabíamos de la existencia de muchos, ni conocíamos a sus autores. Regresando de Madrid a Castellón en Auto-Res conocí a tres estudiantes francesas que dieron por hecho que, como a ellas, me gustaba El Romancero Gitano de García Lorca. No supe qué decir, me cogieron desprevenido, no conocía el libro, ni al autor. Empecé a buscar todos los que la censura tenía ocultos, como inexistentes. Ya conté como descubrí a Camús. Antes pude encontrar a Federico, Alberti, Salinas, Neruda y toda la Generación de 27. El teatro -Casona, O´Neil, Miller- y descubrir la Antígona de Anouilh, para compararla con la auténtica, la de Sófocles. La novela, empezando por el Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender, y tantos otros libros, como la obra del internacional autor pánico Fernando Arrabal. Fue un notición la aparición de la Obras Completas de García Lorca, editadas por Aguilar en 1954. Un soplo de aire fresco en el yermo país en que vivíamos.

     De aquél viaje a hoy, todo han sido descubrimientos, algunos maravillosos ¡Vladimir Maiakosky! ¡Cesare Pavese! ¡Herman Hesse! ¡Walt Whitman! Conservar, día a día, la emoción de descubrir un libro nuevo o releer uno ya manoseado es un privilegio exclusivo de los humanos. Por eso cualquier censura a un libro, el que sea, es un ataque a la libertad; cualquier censor, por pequeño que sea, es un enemigo de la democracia, de la libertad. Los que hemos padecido hambre de libros, de cultura, durante la dictadura última, nos horroriza cualquier censura que nos devuelva a aquél páramo. Empiezan disponiendo de los libros y acaban montando un horno crematorio o una checa.

14 de marzo del 2006, Diario "El Mediterráneo".

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