Natan Sharansky, que del gulag siberiano, donde estuvo preso nueve años por luchar por la libertad, pasó a ser Ministro en Israel, en su obra fundamental “Alegato por la democracia”, llama “doblepensadores” a los que pensando de una manera, por miedo, se expresan de otra. Dice que el hombre es libre cuando habla en una plaza pública y no tiene miedo a decir lo que piensa. Si lo hace y no hay castigo, ni represalias, en ese país hay libertad. En las Plazas Mayores de toda España, frente a los Ayuntamientos, algunos días se concentran españoles de bien, que votan a partidos distintos, en protesta por la excarcelación del sanguinario y no arrepentido Dejuana. Madrid ha visto una manifestación multitudinaria compuesta por gentes de todas las procedencias geográficas y políticas. El viernes día 2 en Castellón, por primera vez, se concentraron 1.500 personas, cifra hasta ahora impensable en nuestra ciudad, lo que demuestra se está sacudiendo del virus del “mesenfotismo”. A los castelloneros si les interesa lo que pasa. El gran argumento de la excarcelación, técnicamente llamada atenuación de la pena, es el supuesto agravamiento de la salud de la alimaña y el falso principio de que la vida es el valor supremo. No es cierto. Los valores supremos son la libertad y el cumplimiento del deber de cada uno. Jesús pudo salvar su vida, haciendo el juego a Pilatos, a Herodes o los Sumos Sacerdotes judíos, incluso pedir a su Padre que enviase una legión de Ángeles en su ayuda, pero se había hecho hombre para cumplir una misión. Y la cumplió, aunque para ello tuvo que morir en la cruz. Los héroes y los mártires entregan, con frecuencia, su vida para cumplir con su deber.

     Está presente desde el día de su rapto. Minuto a minuto seguimos su agonía. Resuenan aún los dos tiros. No fueron capaces de mirarle a los ojos. El primero en la cabeza le puso de rodillas. Así, Txapote lo tuvo más fácil para rematar con el segundo. Cuando les pillan tiran las pistolas y, manos en alto, se entregan ¡No disparen! Dejuana tenía la pistola sobre la mesa y el geo que lo detuvo le advirtió: “tócala y eres hombre muerto”. “Soy de ETA, pero no gilipollas”. Ni por un solo momento suplicó, ni pidió por su vida y todos los españoles sufrimos, con él, su largo morir, pero permanecimos junto a nuestro Gobierno, que era el suyo y nadie pidió que cediera a las exigencias terroristas. Al expirar pasó a engrosar la lista de héroes que dieron su vida por el honor, la dignidad y la integridad de su Patria. Han escupido en su tumba, en las de otras ochocientas y pico de víctimas de etarras y al resto de los españoles en la cara. Han cedido al chantaje de Dejuana, ese psicópata incapaz de arrepentimiento, como han reconocido en el Senado. En cambio Miguel Ángel Blanco se ha convertido en el símbolo de lo más puro, esencial y necesario que hoy tiene España. Su sangre empapó la tierra y su efecto se propagó por todo el país, de Finisterre a Cabo de Gata, de Rosas a la desembocadura del Guadiana. La gente lloró, se indignó, salió a la calle y se creó el Espíritu de Ermua. Aún perdura, cada día más fuerte. Ellos se equivocan. Nunca florecerá nada de las alimañanas, ni será fructífera la descendencia de los cobardes, miserables y traidores. El recuerdo de Miguel Ángel, hará posible recobrar la dignidad, el honor y el buen gobierno en la patria. ¡Gracias por tu sangre derramada!

13 de marzo de 2007, Diario "Mediterráneo".