Los progres llevaron a Zapatero a la Moncloa y le han mantenido allí. Ellos son culpables porque callan y no alzan sus voces contra el destrozo que está haciendo en nuestra economía, en nuestra Constitución, en nuestro Ejército, en las familias, y en todo lo que a la manera de ser de España. Por las tertulias televisivas pasean progres adscritos a la mamandurria del Estado, que defienden tan jugoso pesebre, alabando al Gobierno incluso con cifras. Mentira, esas cifras son mentira. Aunque las publique el Banco tal o la Oficina cual, las diga quien las diga. En España las empresas cierran, sobre todo las pymes, se superan los 5.000.000 de parados y se esperan más, según los Presupuestos del Estado. Muchos que ya no cobraban el paro y se conformaban con 426 Euros/mes, ahora ni eso. Se los van a quitar. Mientras no se remedien las elementales necesidades de los más pobres. No puede justificarse con ningún número el hambre, el dolor y la vergüenza de tantos hombres y mujeres en paro, de tantas familias que pasan auténtica necesidad.
En la Moncloa se han reunido 37 grandes empresarios, ninguno de los cuales está en paro, todos chupan de los presupuestos de las distintas Administraciones. Dos invitados no fueron. El del Mercadona que no depende de ninguna Administración, sino de las amas de casa que saben apreciar los esfuerzos de Juan Roig para ofrecerles productos de calidad a precios asequibles; y Amancio Ortega que sólo depende de una gran mayoría de mujeres que pueden comprar a precios razonables prendas de moda en sus tiendas Zara en las más importantes ciudades del mundo. Los mamelucos que fueron a la Moncloa no representan a nadie y lo que cobran, como a las escandalosas pensiones de los ex Ministros y de Montilla y los exconsellers catalanes carecen de justificación, porque como decía el vasco Ignacio Ellacuría, “nadie tiene derecho a lo superfluo, cuando todos no tienen lo necesario”. Claro que no era progre. Este jesuita, teólogo de la liberación, no gusta mucho a la Iglesia oficial, pero él defendió su pensamiento, sobre lo que realmente dicen los Evangelios, derramando su sangre junto a otros cinco jesuitas y la sirvienta Julia Elba, el 16 de noviembre de 1989, asesinados por el Batallón Atlacatl en El Salvador. La sangre de los mártires es la esperanza de un futuro en el Reino de Dios y en este mundo como decía Ignacio Ellacuría. Hay futuro.
14 de diciembre de 2010, Diario "Mediterráneo".