Ataturk. La integración
En Estambul, la Constantinopla cristiana, desemboca la Ruta de la Seda que viene de Extremo Oriente y de allí parten los Caminos a Roma y Compostela. Del Norte llegan germánicos y eslavos, al sur el Mediterráneo y Egipto. En el Bósforo, que divide Estambul, sus orillas lucen los más exquisitos palacios sobre los solares más caros del planeta, es el ombligo del mundo. Osmán, en 1.300, fundó el Imperio Otomano. Con Soliman el Magnífico, vio su mayor esplendor aunque en el sitio de Viena, 1.529, fue derrotado. La decadencia empezó en la batalla de Lepanto, frente a las naves victoriosas de La Santa Liga, formada por España, el Papado y Venecia, comandadas por Don Juan de Austria, en 1.571, en “la más alta ocasión que vieron los siglos”.
Mustafá, nacido en Salónica (hoy Grecia) en 1.881, fue llamado Kemal, "El Perfecto", por su profesor de matemáticas. Atatürk, "Padre de la Patria", es el título que recibió cuatro años antes de morir, en 1.938. Tras la derrota del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial, donde Atatürk se distinguió en la campaña de Gallípoli, en el Cáucaso y en Siria, ascendió a General. Luchó contra la invasión griega de Izmir y la reconquistó, en 1.922. Abolió el sultanato otomano, ya casi liquidado por los aliados, y creó la República de Turquía, estado laico occidentalizado.
Mustafá Kemal Atatürk, atlético, refinado, de mirada fascinante, fiero en la guerra, luchaba entre los soldados ¡El Lobo Gris! realizó las necesarias reformas. Impuso la separación de religión y estado, un nuevo código civil -el suizo-, el alfabeto latino, la monogamia, el calendario gregoriano, el voto activo y pasivo de las mujeres, el apellido familiar tras el nombre, la vacación del domingo, el código de la vestimenta con la abolición del fez... Ese gorrito cónico truncado rojo, era el símbolo de lo que desaparecía. Turquía tenía vocación de ser occidente. El ejército es guardián de estas reformas, al margen de los partidos políticos.
El problema del Islam, según los ayatolás, talibanes y otros por el estilo, es la utilización del Corán como libro de leyes, de costumbres y de religión. Por eso es tan difícil que los seguidores de Mahoma, que hoy invaden pacíficamente Europa, se integren. Cuando son unos cuantos, forman un núcleo aparte, aparece el imán, exigen sus derechos, que los tienen, pero la integración se hace imposible.
El Gobierno francés va a prohibir que las mujeres lleven el velo islámico en las escuelas y universidades. ¡La que han armado los fundamentalistas!. Ellas salen a la calle, ordenadas y dirigidas por los hombres, diciendo queremos llevar el velo. De eso, en España sabíamos mucho, aún recordamos el grito de: ¡Vivan las Cadenas!.
Un estudio reciente de la Federación de las Cajas de Ahorros, en su revista “Papeles de Economía Española”, asegura que dentro de diez años, en España, una cuarta parte de la población serán extranjeros. Los ecuatorianos, como los demás sudamericanos, fueron colonizados por los españoles y portugueses, quienes pegados a la religión, introdujeron los principios humanísticos de Grecia. Los rumanos vienen de una antigua provincia de Roma. Pero los mahometanos siguen siendo distintos, están encapsulados. A ellos solo cabe exigirles lo mismo que exigió Atatürk a los turcos y hoy exige su constitución. Mientras no acepten un nuevo código de vestimenta, el lugar de la mujer en la sociedad y todas aquellas reformas occidentales del tenor de las impuestas por Atatürk, será imposible la integración y que los europeos los vean con buenos ojos. Tienen derecho a practicar la religión que deseen, pero la integración social ha de ser completa. Sin alternativa.
25 de enero de 2.004, Diario "El Mediterraneo".
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