Clases de religión
sábado, julio 29, 2006 Doña Herminia, vivía en la Calle Mealla, con su hermana, huérfanas de un maestro. Enseñó a Don Bernardino a leer y escribir y la 
tabla de multiplicar en plena Guerra Civil, 1.937. Luego recibió clases de la Señorita Fabra y de Don José Sanchís en el Colegio Cervantes y en verano repasaba las matemáticas un mes con la señorita Fabra. Con 10 años, hizo el examen de ingreso en el Instituto Ribalta, dominaba qué palabras había que escribir con “h”, con “b” o con “g” y sabía resolver quebrados y raíces cuadradas. Los antiguos maestros enseñaban geografía, historia y literatura españolas en el Bachiller, de los 11 a los 18 años. Le enseñaron que el Río Ebro es el más largo de España, nace en Reinosa (Santander) pasa por Logroño y por Zaragoza y desemboca por Tortosa en el Mediterráneo. Hoy la Generalitat de Barcelona enseña a los niños que el Ebro es un “río catalán, que nace en tierras extrañas y desemboca en el mar Mediterráneo por un delta”.
Ya no se habla de los Reyes Católicos. No es políticamente correcto hablar de reyes, ni de católicos, ni de la unidad de España que lograron. Tampoco se habla de la colonización de América. Dicen que los españoles destruyeron sus civilizaciones, cuando llevaban varios siglos de máxima decadencia, se comían a los 
enemigos. No todas las civilizaciones son iguales, la civilización auténtica es la occidental, resultado de la griega y la romana, impregnada de cristianismo, la que ha hecho posible el reconocimiento de los derechos humanos. Es la que los españoles llevaron a América, los portugueses a Brasil y los ingleses a Norteamérica, Canadá y a Australia. No tiene nada que ver con la musulmana, ni con otras, porque éstas no alcanzan los principios básicos de la civilización occidental. Alejandro Magno preguntaba a su padre, Filippo, Rey de Macedonia, cómo, habiendo vencido a los griegos, quería le educasen Aristóteles y Fidias. “Quiero que aprendas lo que es un hombre, el valor de la palabra dada, de la libertad”, y esbozó los principios en los que se basa la civilización occidental.
Por destruir que no quede. Hoy, la autoridad dentro de las aulas ha desaparecido, no se puede reñir al alumno, ni castigar, ni repetir curso. Puede hacer lo que le dé la gana. Así funciona la educación. Ahora, no saben los ríos de España, ni sus sistemas montañosos, ni qué pasó en la Reconquista, ni se puede hablar de Carlos I, ni de Felipe II, ni de Hernán Cortés. La nueva moda se nota muchísimo en los programas de las televisiones públicas y privadas: meterse con la religión, desprestigiarla y desmontarla. Un día en El Palmeral le decía a Don Bernardino el Mosén: “No creo que el demonio tenga rabo ni cuernos, pero, sin duda, el Mal es real. Su gran éxito ha sido que se extienda la idea de que Dios no existe”. Por todos los medios se quiere eliminar la religión y ahora toca a las escuelas. A muchos les parece mal que el Príncipe y Doña Letizia se casen por la Iglesia, quieren que vayan al Ayuntamiento a apuntarse, como hacen la parejas de hecho. Si hay que arremeter contra el Obispo, arremeten contra él, sin importarles un pito lo que realmente piensa, ignorando que es un hombre de talante moderno, fiel
a las enseñanzas del Vaticano II, que predica cómo la Redención de Jesucristo es lo único que nos salva a todos. A los que le atacan también, aunque no quieran y presuman de que en España ya no hay católicos. Así lo dijo Azaña y al día siguiente la mayoría de las mujeres españolas salieron a la calle con un crucifijo prendido en sus vestidos. Hoy la gente no está por esos gestos, pero bautiza a los hijos, se casa por la Iglesia y sus funerales se celebran en élla. A Fernando Trueba, oscarizado director de cine, en un programa de televisión, le preguntaban: “Ud. dice que solo cree en Willy Wilder”. “Es cierto”. “Pues debe ser ateo” y contestó: “un momento, ateos puros no hay, porque cuando van en un avión y empieza a pegar saltos, ateos o no, todos juntan las manos y rezan”.
16 de mayo de 2.004, Diario "El Mediterraneo".
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