I.U. & Comunismo. La gran mentira
A las nueve de la mañana el letrado esperaba en su despacho a los representantes de CCOO y UGT en el convenio laboral que estaban a punto de pactar. La tarde anterior, 1980, habían quedado en consultar con sus jefes. Los primeros en llegar fueron de UGT “¿Qué os han dicho?”. “Fuimos a la Casa del Pueblo, pero no se ha hablado del Convenio”. Al oír los mayores del Partido, que se habían sentado en una misma mesa con los comunistas, pusieron en grito en el cielo. ¡Pactar con los comunistas después de tantas luchas y de tantos muertos como nos hicieron durante la Guerra!.
Las elecciones no dieron los resultados previstos por los bolcheviques, obtuvieron 9.000.000 votos, 25%, los socialistas revolucionarios 20.900.000 votos, 58%. Convocada la primera sesión parlamentaria, Lenin trató de supeditarla a su resolución sobre declaración de los derechos del pueblo trabajador y explotado. Quería el poder total y exclusivo para las masas trabajadoras y sus representantes, los soviets, dejando sin contenido la Asamblea Parlamentaria. Los Diputados la rechazaron, entonces los bolcheviques leyeron una declaración de Lenin, que dejaba en manos de los soviets la decisión definitiva sobre los contrarevolucionarios de la Asamblea. El marinero Jelezniak, anarquista, se dirigió a la Tribuna y dijo que el Cuerpo de Guardia, del que formaba parte, estaba muy cansado. Finalizó la reunión y al día siguiente, 19.01.1918, el Comité Ejecutivo Central de los soviets disolvió la Asamblea. Tomado el poder, cualquier excusa y ocasión es buena, se mantiene por medio del terror y las deportaciones en masa, haciendo víctimas a decenas de millones de personas. Como dijo Stalin, 1924, Conferencia en la Universidad Svevdlov, “el Leninismo es la teoría y práctica de la dictadura del proletariado, una vez se ha destruido la democracia burguesa”.
Llamazares se pasó el año 2.003 detrás de una u otra pancarta, esperando la ocasión para coger el poder. Saramago, Nobel pero comunista, también decía que había que refundar la democracia. Cuando se la adjetiva (popular, orgánica, etc.) desaparece. Lo único que quieren es destruirla. La pancarta la pintan ellos y detrás ponen a los manifestantes, algunos aborregados de buena fe. Dice que eso es lo que quiere el pueblo, pero es mentira. El pueblo solo se expresa válidamente, después de un día de abstinencia de propaganda electoral, con el voto secreto de cada ciudadano. Los comunistas, cuando ocupan el poder, no lo abandonan hasta la muerte del dictador; o, poco después, por la descomposición del sistema, como ocurrió en Rusia y países satélites. La dictadura del proletariado lleva, en la propia esencia, su propia destrucción. Lo peor de las dictaduras, no solo es el dictador, sino también los muchos dictadorcitos que produce. A medida que crece la nomenclatura, se pudre el sistema y las purgas no bastan, se descompone el régimen.
En un pueblo cercano, durante la Guerra Civil hubo un alcalde, preocupado por sus vecinos, aún en aquellas difíciles circunstancias. Él y su mujer eran comunistas convencidos, idealistas, pensaban en un mundo mejor para todos. Se exiliaron al final de la contienda. La esposa volvió a España con toda ilusión, tras haber enterrado al ex-alcalde fuera de su tierra. Tras el primer rifirrafe, entre carrillistas e iglesistas, su nieto decía “mi abuela está, como una monja que a los 16 años hubiera entrado en un convento, dedicando toda su vida a sus creencias, y a los 80 años ha perdido la fe, desesperada”.
Unos se han ido a casa dignamente, otros han huido hacía adelante, ubicándose en partidos progresistas, palabra indefinida con la que se tapan los que no tienen programa político. Los pocos que quedan se enmascaran, bajo las siglas de IU, de falsos ecologistas. Ni eso, también mentira. Juan dice que son ecologistas de maceta. Solamente tienen una idea fija, el odio a la derechona, como llaman despectivamente a los liberales, y a Estados Unidos, a eso que llaman imperialismo, como si el que ejerció la Unión Soviética, no hubiera sido un imperialismo más cruel, que negaba la libertad y todos los derechos humanos.
Hay gente que se indigna cuando les oye decir que lucharon para devolver la libertad y la democracia a España. Es otra gran mentira. Luchaban para convertirnos en otra Bulgaria, en otra Rumania, en otra Albania. Los que querían que fuéramos un país moderno y civilizado, como Holanda o como Suecia, también eran sus enemigos a quienes trataron de eliminar con las armas; como recordaban sus mayores, en 1.980 a aquellos sindicalistas del convenio, la noche que fueron a consultarles a la Casa del Pueblo. Simancas y Maragall, lo han olvidado por un plato de lentejas que uno no se ha podido comer y al otro solo le dejan un par de cucharadas. Zapatero va por el mismo camino, también quiere lentejas. Así no llegará a la Moncloa, se quedará en Babia.
11 de enero de 2.004, Diario "El Mediterraneo".
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