LOS ANCIANOS DE LA TRIBU
En algunas tribus la autoridad recaía en el Consejo de Ancianos,
hombres que pasaban de los treinta años. El promedio de vida
no era mayor. Hace menos de cien años, un anciano tenía
sesenta, achaques y un pie en el otro barrio. Hemos
evolucionado. La jubilación no equivale a decrepitud,
ni enfermedad incurable. Marca la época de nuestra vida
dedicada al descanso. El derecho a cobrar la renta por los muchos
años trabajados. Aunque sea escasa. No es el adiós a la vida.
Quedan unos años, tal vez veinticinco, de vida tranquila. O no,
a elegir. Hay quien prefiere realizar un trabajo, aunque sea a
nombre de un hijo, o cuidar su tierra, que tenía, de no haber sido
agricultor, a medio producir. Otros prefieren descansar. Jugar
la partida con los amigos o aprender a bailar. Nunca como ahora,
en las verbenas, se ve tantos jubilados marcando correctamente
pasos de baile. Ellos y ellas. A buen seguro nunca han
sabido bailar el tango o el mambo. Todo lo más el pasodoble y
sin hacer las florituras con las que se adornan ahora.
Tenemos al Gobierno acojonado. Cada vez hay más votantes
jubilados. Todos los año sube la partida de los Presupuestos
del Estado para pagar las Pensiones y la Seguridad Social
que consumimos. Tenemos más tiempo, sin prisas, para ir
al médico. Y tomamos un buen número de pastillas diariamente.
“-¿Usted doce?”
–“No tantas, no llego a diez. Sólo nueve. Y no me hacen daño.
Cada una va su sitio y paso el día de maravilla. Como un chaval.
Más o menos”.
El otro jubilado también presume: -“Ya no puedo saltar tres tramos
de escalones. Ni comer de todo. Por lo demás, después de la
operación de cadera, estoy de primera”.
Se acerca un amigo, que ha oído la conversación, y aporta su
experiencia: “-Cuando me dio el telele me hicieron un “bypass”
y estoy fenómeno”.
El promedio de vida de un español está en los 82 años,
Las mujeres seis más. Los que en enero cumplieron 81 no
piensan que se morirán en unos meses. Lo tiene programado
para más tiempo. Ser centenario ya no es noticia.
Abundan las esquelas de los que fallecen con más de noventa.
La jubilación se suele pasar con buena calidad de vida.
Nadie quiere morirse. Saben que pasarán por ese trance,
pero sin empujar, en su momento. Los creyentes, que son los más,
saben que el Dios que nos contaron de pequeños no es el que
existe. En realidad actúa como un Padre. Se encarnó en Jesús
y vino al mundo no para condenarnos sino para salvarnos.
Al crear el Universo decidió amarnos y no puede dejar de hacerlo.
Sólo pide que le queramos. Un poco. De esa manera tan
imperfecta con que los humanos hacemos cualquier cosa.
-“¿Cómo se mide nuestro amor a Dios?”
-“Fácil. Por nuestro comportamiento con los demás. Poca cosa,
siendo honesto con todos”.
Vilafamés, Primavera de 2012..
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