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sábado
jul292006

El beso del príncipe

felipe y letizia.jpg     Apenas han iniciado su viaje de novios los Príncipes de Asturias, los políticos ya riñen, como siempre, echándose culpas. “La retransmisión de TVE no tuvo brillantez”. “La culpa es vuestra que lo dejasteis así preparado”. Las revistas del corazón han hecho su agosto, hay colas para conseguirlas. Unos 22 millones de españoles estuvieron ante el televisor cinco horas por término medio. Luego hubo programas para todos los gustos, algunos cutres, donde daban lecciones horteras y marisabidillos. Criticaron el frac gris del Príncipe de Gales. La etiqueta lo exige a mediodía, reservando el negro para la noche. Castellón estaba vacío, no había nadie en la calle, ni en las tiendas.

     A la gente todo esto le importa un bledo, solamente quieren saber del Príncipe y la Princesa, de la Familia Real y de los invitados, sobre todo los trajes de ellas. A Juan le impresionó la cara del Rey, que –dice- “en ciertos momentos es transparente, muestra lo que pasa y lo que siente”. Tiene grabadas en su mente varias. El día de su proclamación, tras la muerte de Franco, con ojeras, sufriendo acosos de los que se iban, de los que venían, incluso de su padre, Don Juan el rey sin reino. La cara firme y decidida, tensa, la noche del 23-F. Vestido de uniforme “les echó la bocamanga” bordada con las cuatro estrellas de Jefe Supremo del Ejército. Hay que obedecer, el militar que no obedece carece de honor. La cara triste, corbata negra, leyendo una proclama tras el 11-M reventando Atocha. “Le he visto caras mejores, en el Bribón o casando a sus dos hijas. Pero las caras de felicidad del Rey y de la Reina en la boda del Príncipe me serán imborrables”.

     El PNV no emitió la boda en ninguno de sus canales, pero nadie los sintonizó. Los vascos, como los demás españoles y gentes de 162 países, miraban la boda de un Príncipe con una bella muchacha de clase media, universitaria, presentadora de televisión, con dos relaciones sentimentales anteriores, como tantas treintañeras, como serán las que ahora tienen quince años y han deseado ser las demás. Adela, la mujer de Juan, explicaba: “El secreto de tanto entusiasmo, es que cada espectador ha hecho realidad un sueño propio y lo ha visto paso a paso. Todos, hombres y mujeres, llevamos en nuestros genes impregnados del mito de la bella durmiente. El hada vieja y fea, no invitada al bautizo, maldijo a la recién nacida: “a los 16 años se pinchará el dedo con un uso y morirá”. Entre las hadas buenas, la más joven replicó: “no morirá, dormirá durante 100 años y entonces un Príncipe vendrá a despertarla con un beso”. Todos los que estaban en Palacio, incluso la madre de la niña, quedaron dormidos. Tras 100 años, despertaron cuando el Príncipe, que recorría el bosque, vio un viejo palacio abandonado, entró y la descubrió. Al contemplar la belleza de la joven dormida, cayó de rodillas y la besó. “¿Eres tu mi príncipe? ¡te he esperado tanto tiempo!”. Aquella misma noche se casaron y vivieron felices”.

     “El mito de la bella durmiente, repetido en Blancanieves, está en Egipto y en Samoya”. Bernardino metía baza en la conversación aportando datos. “En la mitología griega, Perséfone, hija de Zeus, a quien su madre, Demetre, no aprobaba su boda con un dios del mundo inferior, fue raptada por éste. El padre envió a Hermes, para que la recuperara. Hades, antes de dejarla ir, le pidió que comiese un grano de granada, alimento de los muertos, y quedó obligada a permanecer con él durante la tercera parte de cada año. Perséfone es la personificación de la renovación de la tierra en primavera. La versión más truculenta del cuento la escribió Jean Battista Basile, 1.636, y luego Charles Perrault, 1.697. Nosotros conocemos la versión en colores de Walt Disney”.

     Metodio se acercaba desde los rosales que estaba podando: “el éxito de este mito, como el éxito de la boda de los Príncipes de Asturias, consiste en que todas las mujeres han esperado siempre a su Príncipe. Y los hombres perennemente deseamos encontrar a esa bella muchacha a quien despertar ardorosamente con un beso”.

30 de mayo de 2.004, Diario "El Mediterraneo".

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