El final de la vida es la vida

Los que estuvieron en contra de la historia de “Mar Adentro”, padecieron las iras de los partidarios de la eutanasia, acortamiento voluntario de la vida a quien sufre una enfermedad incurable, para poner fin a sus sufrimientos. Los más sensibles a su deseo ayudaron a morir a Ramón Sampedro. Estos días han estado en la calle los médicos y los trabajadores del Hospital Severo Ochoa de Leganés. El Coordinador de Urgencias dijo en rueda de prensa, que volvería a hacerlo, que había solucionado problemas concretos. Ha sido expedientado, por no cumplir los requisitos que señala el protocolo para, en ciertos casos, administrar sedantes que aceleran la muerte, aunque no la provocan directamente. Esta práctica exige la previa información y el consentimiento del enfermo y, si no puede darlo, el de su más próximo pariente. Según la práctica de este doctor, el consentimiento del enfermo no es necesario, se basta él.
Éste es el punto de inflexión al que se llega, si se admite la eutanasia. El verdugo es quien decide el momento conveniente para dar muerte a otro ser humano. ¿Con qué criterio actuará? Salud irrecuperable, fuertes dolores, carencia de conocimiento total; o parcial, como en el alzheimer. Tal vez, cuando estorben, cuando molesten en casa a su familia o en la residencia donde los depositan como un trasto inservible. Quien toma la decisión se convierte en verdadero ejecutor, actuando de la misma forma que los nazis en los campos de exterminio, aunque se disfrace de piedad. Piedad, tal vez, para el personal del Hospital o para la familia, pero no para el enfermo, que dicen no siente, no conoce o está en fase vegetativa.
En la otra parte del Atlántico le han quitado un tubo a Terri Schiavo. Lleva 15 años en coma y la ciencia, que tanto se equivoca en los pronósticos, ha decretado que es irreversible. La sonda nasogástrica sirve para dar agua y alimento a quien no puede tragar. Hace poco le han implantado una al Papa, cuya última enfermedad y agonía deberían preservar en su intimidad. A Terri había que cuidarla, lavarla, mantener su musculatura en buen estado, vestirla, retirar sus heces. En fin, una auténtica pesadilla; pero no han desenchufado una máquina para dejar que el cuerpo muera en pocos minutos, le han eliminado el agua y la comida para que muera de sed y de hambre, como a quien se abandona en el desierto. La agonía de Terri ha sido muy cruel. Ella vivía y, aunque no se comunicaba con el exterior, nadie puede asegurar que no se comunicará en su propio interior con sus sueños. No exteriorizaba ninguna furia, sus sueños debían ser suaves, placenteros, dulces, y se los han quitado matándola de hambre y de sed. Si en lugar de desenchufarla, le hubieran administrado una inyección letal y hubiera fallecido a los pocos segundos, su muerte hubiera sido menos dolorosa para ella, pero ¡claro! se hubiera evidenciado que la mataban. No se entiende que haya necesitado morfina los últimos días, para evitar los dolores que le producen el hambre y la sed. Evidentemente sentía, si no ¿para qué la morfina?
Aceptamos que el hecho de vivir nos condena a la muerte y, mientras, hay un verdadero empeño en no sufrir, en eliminar cualquier dolor. No creo que la principal meta, en este mundo, sea llegar a la muerte sin dolor, estoy seguro que lo importante es llegar a la muerte habiendo vivido con la máxima dignidad, cómodos o incómodos, doloridos o no doloridos, y cruzar el umbral hacía la otra vida, la que de verdad importa, la que tenemos prometida.
En estos días pasados se ha conmemorado la Pasión y la Muerte de Jesús en la Cruz, sangre derramada como paso necesario para abrir las puertas de la otra vida. De todas maneras, la fiesta más importante celebrada ha sido la del Domingo de Pascua, la Resurrección, la que hace valer los méritos de la sangre derramada y es la alegría, el júbilo de la gloria, lo que realmente importa, porque el hombre nace, no para morir, sino para vivir la próxima vida.
5 de abril de 2.005, Diario "El Mediterraneo".
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