Neruda. Poeta del amor y la utopía
sábado, julio 29, 2006 Mató los libros. Fue lo peor del régimen anterior. Nuestra generación tuvo que descubrir, de estraperlo, a García Lorca, Alberti, Neruda y a tantos otros poetas y escritores. Domingo Casañ, en la trastienda de Armengot 
y luego en Ares, nos vendía libros “prohibidos”. En la plaza del Conde de Vallesuchill de Madrid, en la Distribuidora Hispanoamericana, llené una bolsa de libros acabados de llegar. En el tren, de vuelta a Castellón, leí de un tirón “El extranjero” y descubrí a Albert Camús. De la Librería Española de París, junto al Sena, traíamos los libros del Ruedo Ibérico. En la trastienda de la librería de la Editorial Destino, en la Diagonal de Barcelona, compré en 1.952 la 2ª Edición del “Canto General” de Pablo Neruda, facsímil de la 1ª, ilustrada por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Pablo Neruda, huía de Chile, 1.948, donde querían encarcelarlo por sus ideas y fue atravesando los altos Andes, los anchos ríos y las espesas selvas hasta llegar a Méjico con el original, que iba completando en aquellas jornadas de su odisea. Si las “20 canciones de amor y una canción desesperada”, 1.924, nunca faltan en cualquier antología de poesía amorosa, el “Canto General” es la epopeya de América. Empieza: “Antes de la peluca y la casaca / fueron los ríos, ríos arteriales; / fueron las cordilleras, en cuya onda raída / el cóndor o la nieve parecían inmóviles; / fue la humedad y la espesura, el trueno / sin nombre todavía, las pampas planetarias”.
Es uno de los grandes, con Juan-Ramón, Machado, García Lorca, Alberti, Paz y tantos otros. Un siglo de oro de la poesía en español. En su discurso ante la Real Academia Sueca al recibir el Nóbel de Literatura, 1.971, manifiestó su compromiso como poeta: “yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema”. Para Neruda en la poesía “están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común”. Nada puedo añadir que sustituya el placer que los lectores pueden encontrar en sus poesías.
Nacido en 1.904, perteneció activamente al Partido Comunista, interviniendo en política. En las elecciones de 1.970, su amigo el Presidente Salvador Allende, con suficiente mayoría, impuso las más radicales ideas socialistas, drásticas nacionalizaciones. El 11 de septiembre de 1.973 el General Pinochet se sublevó y, a fuego, asesinó a Allende que defendía el Palacio de la Moneda.
En 1.972, para honrar la obtención del Premio Nóbel, el Estadio Nacional le había tributado un apoteósico homenaje. Ahora estaba lleno de detenidos, como el Estadio de Chile. En éste fue torturado el cantautor Víctor Jara, durante cuatro días y el día 16 lo fusilaron, como a tantos otros chilenos. Pablo Neruda se abatió y el cáncer de próstata se agudizó. Su casa había sido asaltada por los soldados, pero su mujer, 
Matilde Urrutia, pudo salvar los últimos dictados de sus memorias “Confieso que he vivido”. Los embajadores de Méjico y de Suecia le informaron el día 22 sobre las atrocidades del golpe de Estado. Neruda, en su agonía, clamaba ¡los fusilan! ¡los fusilan a todos!. Murió desasosegado el 23 de septiembre de 1.973. La televisión nos trajo las imágenes de su entierro custodiado por tropas, al que se sumaban los amigos y los buenos chilenos que admiraban a su poeta. Ni él, ni nadie, vio terminar la revolución de Allende; ni vió, pocos años después, como caía el Muro de Berlín y se derrumbaba todo el sistema comunista, ineficaz e injusto, al que Neruda tanto había cantado. Perpetuarse en una utopía empobrecedora y cruel, es convertirse en títere de si mismo, anquilosado en el tiempo y en el pensamiento, como Castro sobre la sufrida isla cubana
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Shelley dice en su elegía a la muerte del también poeta romántico Keats: “Murió Adonais, y en tanto que el futuro / a olvidar al pasado no se atreva / perdurarán su fama y su destino / como una luz y un eco eternamente”.
18 de julio de 2.004, Diario "El Mediterraneo".
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