El club de los idiotas

La concejala socialista Montse Ferrer del Ayuntamiento de Castellón dice que el Partido Popular no tiene proyecto cultural ni educativo; que desprecia la cultura y el saber académico; y subvenciona publicaciones llenas de faltas de ortografía, refiriéndose a alguna que no es catalanista y escribe en valenciano auténtico. Montse Ferrer es producto de lo que pretendía el teórico comunista Gramsci que enterró el término marxista y lo sustituyó por progresista, ordenando destruir todos los conceptos de la civilización occidental, “lo que es necesario para transformar el alma humana, para que el poder caiga en manos de la izquierda como fruta madura. Es cuestión de esperar unas cuantas generaciones”. De esta doctrina nace el antiamericanismo feroz, el ecologismo furibundo, el pacifismo a la virulé y todas las maniobras torticeras de la progresía. Münzenbert, compañero de Lenin durante su estancia en Suiza y Dzerzhinsky, creador de la Checa y la policía secreta, fueron los encargados de la propaganda en occidente, para inocular el principio rector: cualquier crítica contra la progresía es cosa de fanáticos, fascistas o tontos, mientras que sus defensores son gente con la mente abierta, partidarios del progreso y refinados intelectuales. Fueron maestros en el dudoso arte de usar la mentira como arma de propaganda. En esa trampa cayeron escritores, artistas, periodistas, directores de cine, científicos, como Ernest Hemingway, John Dos Passos, Dorothy Parker, Aldous Huxley, Bertolt Brecht, Picasso y tantos otros de sobra conocidos. El propio Münzenberg decía de todos ellos, en privado, que constituían “el club de los inocentes”. La idea de que la cultura es cosa de la izquierda, es sencillamente un eslogan progresista/marxista, sin base alguna. La cultura nunca es de izquierdas ni de derechas, es producto de la libertad. Cuando no hay libertad crece la censura y la quema de libros. Sin libertad es imposible la auténtica cultura.
Hermann Hesse, Premio Nóbel de Literatura, en su “Carta a un comunista” rechazó la invitación a entrar en el Partido y predijo, ya en 1.931, que el comunismo tendría poco aprecio de la calidad y aplastaría gran número de cosas hermosas. “Os llevaréis un chasco con vuestros poetas, si no cambiáis de opinión, solo quedarán con vosotros los que no valen nada. A los auténticos artistas y poetas los reconoceréis, en cambio, si es que algún día decidís preocuparos de ellos, en que tienen un indomable afán de independencia y dejan inmediatamente de trabajar cuando se les quiere obligar a hacerlo de forma distinta a cuanto les dicta la propia conciencia. No se venden por dinero, ni por apetitosos altos cargos”.
La cultura solo puede anidar en personas libres, que se expresen libremente y se adhieran a lo que libremente les gusta. No se puede “programar” cultura. Lo folklórico, lo tradicional, las pasajeras modas, solamente son “cultureta”, una excusa para controlar el supuesto mundo de la cultura oficial. Los que, como Tapies, niegan que son arte los bodegones de Matisse o de Van Gogh, los que meten caña a la construcción del Palacio de las Artes de Valencia creado por el genio de Calatrava, los que critican un libro de César Vidal o de otro escritor cualquiera, en base a que sus ideas no son progresistas, no tienen ni pajolera idea de lo que es cultura, porque no son libres para apreciarla. Los que quieren imponer a través de un Boletín Oficial la forma de hablar o de escribir el valenciano, no saben qué es cultura, ni qué es un idioma. Si en algún sitio reside la manifestación de la libertad es, precisamente, en hablar cada cual como quiera. Todo lo demás son programas de comisarios políticos, como esos catalanistas instalados en nuestra comunidad, como Montse Ferrer o Enrique Nomdedeu, del que leo en la prensa que se casa. Le deseo muchos años de vida y de felicidad en la tierra de sus ensueños, más arriba del río Cenia, porque aquí no conseguirá tanta felicidad como le deseo. Los valencianos no les aguantarán mucho tiempo, no estamos dispuestos a ingresar en “el club de los idiotas”.
10 de enero del 2006, Diario "El Mediterráneo".
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