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miércoles
abr072010

EL SILENCIO, DE CAÑA Y ORO

 

“El polen es invisible a simple vista, con la excepción del polen del pino cuando flota, amarillento, sobre el agua verde del estanque; o se acumula en las esquinas de la galería como si hubiera soplado el siroco del desierto”, escribía en un diario nacional la bióloga y difusora del medio ambiente Mónica Fernández-Aceytuno, una de las más destacadas articulistas españolas. Saborear su prosa es una delicia del idioma. 

Han pasado dos días y hoy domingo ha aparecido el patio  amarillo, el tejado amarillo, el coche amarillo, las calles amarillas. Echábamos de menos el polen que todos los años aparece quince días antes de la primavera, anunciándola. El cuento de los espabilados trincones que viven a costa de infundir miedo con el cambio climático, se ha desvanecido este año de fríos intensos y lluvias torrenciales aquí, en Andalucía y en gran parte del mundo, sacudido por dos grandes terremotos y los  arrasadores tsunamis que provocaron. Hoy mismo en Islandia ha entrado en erupción el volcán situado bajo el glaciar Eyjafjallajokull. 

De dos amarillos, que los cronistas taurinos describieron como “caña y oro” era el terno que lucía José Tomás en el coso de Castellón. Cumplió con los cánones de la esencia del toreo, gravados en la historia de la tauromaquia por Domingo Ortega en la conferencia que pronunció en el Ateneo de Madrid en 1940: “parar, mandar, templar”, añadió “y cargar la suerte”. Así toreó José Tomás a su segundo toro de Jandilla –el primero era manso, lo que se vio al irrumpir en la plaza y querer saltar la barrera-  pero lo que más me impactó aquella tarde no fue la perfección y belleza de su toreo, sino el silencio del público. 

En el centro de nuestra plaza, hay un tapón metálico bajo la arena, que se quita para desagüar el ruedo cuando las lluvias torrenciales lo anegan. Sobre él se colocó José. Un sol de caña y oro iluminaba aquella tarde gélida. Adelantó la muleta invitando al toro a la embestida. Se hizo el silencio absoluto. A partir de aquel segundo todos, callados, sabíamos que podían producirse unos pases perfectos, de una gran belleza. Cada vez que citaba al toro desde la media distancia volvía el silencio expectante. Y cuando el toro, dominado, embestía, la muleta con temple corría por delante de sus cuernos y el torero doblaba su cintura, cargando la suerte, dejándolo en el punto preciso para el próximo pase, entonces se rompía el silencio en ovaciones, aclamaciones y olés. Completados los tres pases que tiene el natural y el de pecho para sacarse del sitio al astado, con los pies del torero anclados en la arena, volvía José a tomar la media distancia, a citar y el silencio nuevamente se hacía total. Y así una vez y otra y otra. 

El gentío que guardaba sabiamente en silencio esperaba ver arte en los muletazos siguientes. Es el reverencial silencio ante lo grande, ante el arte. En silencio escuchamos la gran música. En silencio dedican su vida a la oración en la Trapa y en la Cartuja. En el silencio de las biblioteca se estudia. En silencio se leen los versos divinos de los poetas. El silencio se escribe en las partituras entre las notas sonoras. porque el silencio es la pausa, tan importante como los sonidos. Cuando un largo silencio precede a todas las notas, es el anuncio de la Música, del arte, “es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes” como dijo Carlyle. “El silencio es el más fuerte de los ruidos”, por eso “Los gritos del silencio” película de 1984, dio a conocer al mundo el genocidio que sufrió Camboya, bajo el poder de Khmer Rojo, con un impacto extremecedor.

Desde el callejón a las “nayas” y los palcos, todos cuanto asistían a la corrida, guardaron aquel solemne silencio porque todos entendieron que cuando citaba José Tomás estaban próximos a ver arte puro y es que todos, sean del nivel cultural que sean, ante el arte sienten el mismo escalofrio, la misma emoción, el mismo golpe en el espíritu. Cuando eso no se produce, no hay arte.

6 de Abril de 2010, Diario "Mediterráneo".

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