LOS USUREROS A LA COLA
En Noviembre de 2008 la moneda islandesa se hundió. La economía quebró. El Presidente Haarde se vio obligado a dimitir, ante el pánico financiero que sacudió la isla. Dos años después la economía está creciendo un 30% más que la Comunidad Europea. No se ayudó a los bancos, dejaron que los tres más grandes quebraran. Estaba claro que eran los inversores extranjeros quienes los inundarón de dinero y provocaron el caos al exigir el retorno de los préstamos a corto plazo. Los inversores , eso que llaman los “mercados” quieren ganar mucho dinero en poco tiempo. Según los escolásticos del siglo de oro español los bancos practican la usura. Islandia no les pagó. Los puso en lista de espera, a negociar sin prisas la devolución del dinero en plazos largos e interés soportable A veces con importantes quitas. Aunque pusieron el grito en el cielo, no les escucharon. Sin embargo los créditos nacionales los pusieron aparte y los protegieron. El poder aplastante de las hipotecas, más allá del valor del inmueble que garantiza el préstamo, fue severamente limitado. No sólo han redactado una nueva Constitución consagrando el principio de la transparencia a vista de los ciudadanos, además han llevado a la cárcel a los responsables de desastre económico. Hace un año me publicó MEDITERRÁNEO, en esta misma sección, un artículo sobre este tema, que titulé “La Revolución de los Vikingos”.
En España aunque mucha gente está contra los abusos de los grandes bancos, de las compañías de gas y teléfono, cuyos recibos nadie entiende y ocultan verdaderos atracos, nadie ha salido a protestar, salvo manifestaciones muy extremistas y limitadas. El pueblo español aguanta paciente mientras nos ahogan para pagar a los usureros extranjeros en los plazos que quieren e intereses a su gusto. Poner a los usureros en la cola de los acreedores, ocuparse primero de los ciudadanos eso no lo puede hacer un gobierno que acata los “diktats” de los usureros, porque la Merkel les otorga apariencia de ley, olvidando que ninguna ley es ley si no es justa. Revelarse contra los usureros sólo podría hacerlo el pueblo español al que, tras la última pasada por la izquierda, tiene anestesiado el espíritu con que se levantó hace dos siglos contra Napoleón. El general corso no nos amedrentó, pero los inconcretos “mercados”, los usureros, nos tienen comida la moral. Los sindicalistas sólo están pendientes de llenar su andorga, la mayoría de los políticos, hocican en el pesebre presupuestario. Y los parlamentarios de Estrasburgo, cementerio de elefantes, es donde llevan a morir, mientras les engordan, a los políticos de deshecho.
Son los ciudadanos quienes comentan cuanto expongo aquí, basta con poner oído atento en la calle. El murmullo de voces continuo dice del malestar colectivo. Pero nadie levanta la voz, todo queda en lamentos. Los descendientes de los vikingos protestaron en la calle, las caceroladas se seguían unas a otras, el Presidente de la Nación que no estaba cazando elefantes, les escuchó, comprendió que las gentes de su isla no estuvieran dispuestos a pagar los desmanes que bancos y gobierno habían hecho sin consultarles. Plantaron cara a los “mercados”, que por definición tienen más miedo que los deudores. Negociaron, consultaron varias veces a la Nación y cobrarán en los largos plazos que pactaron a un interés módico. Ganaron la partida y hoy Islandia crece más, iba a decir “que España”, pero nuestra economía no crece, se contrae, dicho en cristiano “decrece”. Ellos crecen mucho más que los países de la Comunidad Europea. Lo que nos pasa es porque lo consentimos, los unos y los otros. Todos.
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