LA ESPIRAL
Tras su silencio, después de una distancia de años,
Sebastián volvió con su pintura,
donde líneas y colores antiguos cristalizaban
en estallidos torturados.
Ahora vuelve con una espiral en la mano.
Hoy sus cuadros, puestos en orden de días,
son la historia de su calle, de su alma.
Los estallidos quedaron atrás. El humo, con tanta
explosión, los dejó difuminados, suaves e inconcretos.
Después, sus cuadros quedan limpios
y, tras el viento y la mañana,
aparecen los esmaltes fuertes y enormes de las ventanas cerradas,
de los hombres en su lucha con la vida,
del dolor en negro de las mujeres de pueblo,
de la ventana cerrada y el pajarillo prisionero,
de las ventanas entreabiertas con la vida que asoma,
con los niños encerrados,
con las flores a punto de estallar en su maceta.
La espiral no termina. Mañana será otra la sorpresa,
porque Sebastián evoluciona.
Quien hoy no es distinto al de ayer, se ha muerto.
Sebastián, está vivo. Tal vez,
mañana el pájaro vuele por los cielos abiertos,
las ventanas se abran, los niños crezcan libres
y las flores todo lo invadan,
porque todo lo vivo evoluciona, crece.
Así lo cuenta Sebastián en sus esmaltados papeles.
GUILLEM DE VINATEA, pseudónimo que usabe en aquella época.
Programa de la esposición de SEBASTIÁN PLANCHADELL, 1976.
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