ROMANCE DE LOS PÉTALOS.PRESENTACIÓN DEL ACTO DE AFIRMACIÓN MARIANA DE LAS C.C.M.M.
Me han invitado a venir hasta aquí, a manera de juglar enamorado que en las fiestas de su Señora, le canta. Que cuando sale a la calle, la anuncia. Que quiere deciros, a vosotros, todos sus encantos, porque cree, inocente, que, vosotros, no sois capaces de conocerla. Disculpadlo, es un loco enamorado.
Allá … más allá, donde no se ve el humo de vuestras fábricas, ni el verdor tupido de los montes. Allá … donde las playas dejan las brumas potentes y los acantilados señores de vuestras costas. Allá … donde los naranjos se cubren solo con la nieve del azahar, donde cualquier balcón desmaya enamoradamente una flor.
Valencia, hoy, segundo domingo de mayo, celebra la fiesta de su Patrona, la Virgen de los Desamparados.
Esa Virgen encorbada y callejera que va recogiendo a sus hijos desamparados en los portales de las miserias humanas, para transformarlos en los cortesanos ricos y nobles, que inclinan su pecho, solo, ante el majestuoso trono de Begoña, que ocupa la Reina de Todos.
Perdonar al loco enamorado, que a manera de juglar medieval viene arrastrando por su amor a cantarle a la Señora, los piropos que le dicen cuando sale a la calle, a contar las nubes de pétalos que caen a sus pies, a su paso.
Deusto, 6 de mayo de 1952
ROMANCE DE LOS PETALOS
Ponedle las campanillas
en su vestido de cielo,
y al rozar su corazón
dejadle colgando un beso.
Poned sobre sus mejillas
la sonrisa de un lucero;
y si lo rozáis la cara
escuchad su latir lento
-baten águilas sanguíneas-
bajo la piel de los dedos.
Despertad su corazón
y miraros en su seno.
Ponle collares de amor
-corales al blanco cuello-
Y bórdale las estrellas,
que, al ir, bate tu velero
en los mares, por las noches,
sobre la boca del viento.
Y duérmete en su regazo
cuando el mar, entre sueños,
cansado de pescar asros
te vuelvas, tú, marinero.
Dale el sonar del clarín
y del tambor pregoneros.
Pon en tu voz el encanto de tus pregones más viejos.
Se enredarán, como en matas,
al correr correr, los ciervos,
tus pregones melodiosos
en la mata de su pelo.
Dale el sabor de tu voz
y tu sabor, pregonero.
Con pedazos de la luna
cósele zapatos nuevos,
y pónselos en los pies,
que yo cuidaréme de ellos,
que la llevaré en mis brazos,
que no pesa, zapatero.
¡Qué las campanas se pierdan
en los zurrones del viento!
que se escuche su sonar,
en la huerta y en el pueblo,
al encender la mañana,
resbalando por el puerto.
-En las almas que repiquen
las amapolas del cuerpo-
Olvida, al ladrón del aire,
Las campanas, campanero.
Se quedarán por la brisa
en sus volantes eternos.
-Toda flor le cantará
con su crecer primavero-
Las campanillas le cantan
su tin-tin-tin tintinelo.
Las enredaderas dicen
su romance viejo viejo.
Y los claveles piropos.
¡Con que gracia y que salero!
El azahar le está bordando
para sus bodas en velo.
Las rosas se ponen rojas
y canta humilde el romero.
Tomillos y manzanillas,
acacias, pinares ciegos,
los álamos, entre el agua
el cañaveral guerrero:
todo canta, todo canta y
toda canción se va al cielo.
Cada cual dice sus cosas
a la Reina de los Cielos.
Cuando marcha por las calles
sobre los hombros del pueblo
-se me mueren los sentidos
bajo el calor de su peso-
sólo percibo el latir
de la peana, a paso lento,
y otro latir, en mis labios,
que le dice: yo te quiero.
Al pasar la Virgen, pétalos
desde el balcón de mi pecho.
Teatro Arriaga, Bilbao, 11 de mayo de 1952.
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