Buenas maneras

Al pie del Ayuntamiento está la terraza donde se reunen los tertulianos del café de las 11’30. En las renacentistas paredes del Palacio Municipal, terminado en 1716, se guardan muchas historias. Allí se casó Juanito, fundador de la primera checa, con la magnífica rubia de la Calle Enmedio, que pasó de su cama a la del General que tomó la ciudad. Allí Diego Perona, cofundador y copropietario de Radio Castellón, cuando decidieron desmontar, piedra a piedra, la Iglesia Arciprestal, una obra de arte, él la defendió argumentando que podía dedicarse a fines culturales. Se armó la bronca, lo quisieron linchar, sus fieles del Partido Comunista, armados, tuvieron que protegerlo a la salida. Cuando, muchos años después, llegó al Puerto un buque con repatriados de la guerra, Diego Perona y otros dos no desembarcaron, las fuerzas vivas se movilizaron nerviosísimas. Entre esas nobles piedras hay maravillosas historias que contar y sacar a la luz o, de lo contrario, nunca sabremos afrontar correctamente el futuro. Algunos concejales querían grabar en la vieja Estación del Ferrocarril, el nombre de los que votaron su ubicación tan cerca de la ciudad, ahogando su desarrollo por el oeste. De la historia se aprende: han enterrado la vía.
Roberto vino muy contento “el PSOE, el PP y el BLOC redactarán el Código del Buen Gobierno para nuestro Ayuntamiento”. La carcajada de Constantino le dejó de piedra “Las grandes empresas los han puesto de moda, pero solamente son marketing cara a los accionistas, no significan nada. Esos Códigos quieren ser como las Normas de Urbanidad que enseñaban a nuestros padres en la escuela. Ahora en desuso; cuanto más grosero se es, más palabras soeces se dicen y más desconsideración se tiene con el vecino, más progre resulta el energúmeno. El deporte favorito es meter el dedo en el ojo ajeno”.
Juan dejó la taza y los miró “en realidad tratan de poner por escrito normas de conducta que ya deberían saber, porque todos los concejales han ido a la escuela, muchos incluso tienen título universitario. Sería bueno dejar claro que los políticos no pueden mentir, ni cambiar el significado de las palabras. Tengo un amigo que usa “gayera”, ese bolsito que muchos hombres llevan en la mano o colgado del hombro, donde guardan las gafas, el teléfono, las llaves, el tabaco y alguna cosa más, dice que llamarlo como antes podría ser homófogo. Debería ser obligatorio que lo bueno para Castellón fuera apoyado por todos los ediles, lo haya propuesto quien lo haya propuesto; que dejarán de llamar segregacionistas a los que defienden el valenciano auténtico, cuando alguno quiere unirse a los catalanes y separar de España a ese inexistente país catalá; que renegarán de convertirse en catalanes de tercer orden, sin derecho a agua; que condenarán a los que nos la quintan y encima festejan tal día como si fuera su fiesta de la Magdalena; que aplicaran la ética, que nos legaron griegos y romanos y transmitieron los pensadores cristianos, y no esa moralina que sermonea la progresía con doblez”.
Constantino remató la cuestión “en lugar de ese código imposible de pactar, salvo que sea una vaciedad, deberíamos pagar un largo curso intensivo, en Inglaterra, a algunos concejales, para que aprendan buenas conductas políticas, como la protagonizada por Michael Howard, jefe de la oposición conservadora en el Parlamento Británico. Ha felicitado al gobierno laborista de Tony Blair, por su actuación tras los atentados del 7-J. Podrían aprender de su larga historia de luchas por la libertad y la democracia. Si Inglaterra no se hubiera mantenido firme, “jamás nos daremos por vencidos” dijo Churchill, mandarían en toda Europa los nazis o los comunistas. Si ahora no hubiéramos oído las palabras de Blair “lucharemos y venceremos al terrorismo islámico”, no tendríamos fe en el futuro, porque otros países europeos, con los pantalones caídos, se están cagando de miedo ante Ben Laden.
19 de julio del 2005, Diario "El Mediterraneo".
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