Con permiso de la autoridad competente

    Treinta años, vestido correctamente, integrado en la sociedad, con trabajo, novia, estaba cumpliendo prisión de 14 años y un mes. Su familia lo negaba todo, decían que era un error judicial. En la cárcel se portó muy bien, colaboraba en todo, estudiaba. Cumplidos cinco años y medio y redimidos legalmente otros cinco, accedió a la libertad condicional el 4 de abril de 1.995. La condena que debía terminar en agosto 2.003, quedaría liquidada en septiembre 1.998. Durante los tres años y medio de libertad condicional, que contaron para liquidar su pena, asesinó a seis jóvenes; lo intentó con otra, que logró saltar del coche porque a sus gritos acudieron vecinos; y la noche 12 de julio de 1.998, seguido por la Guardia Civil, fue detenido cuando causó lesiones a la octava. Su comportamiento ejemplar en la prisión había engañado al Equipo Técnico que informó y el Juez de Vigilancia accedió a su excarcelación. Estaba condenado por atacar a otra joven en 1989, aunque no pudo consumar la violación. Ella permaneció virgen. La disfunción sexual del violador quedó en evidencia.

     Como los presos se ensañan con los violadores, aprendió de que no podía dejar rastros. Enterró los cuerpos de sus víctimas. Es un psicópata inteligente, ante el Juez declaró los seis asesinatos, pero no las violaciones y los cuerpos, enterrados hacía meses, no pudieron determinar el ataque sexual.

     Cuando ocurre un caso similar de violación y muertes, como recientemente en Barcelona, presuntamente atribuido a un preso que gozaba de permiso, en Castellón recordamos la historia de Joaquín Ferrandiz. El nuevo Código Penal ha entrado en vigor el pasado día 1, pero él tiene derecho al anterior. Las leyes penales más duras nunca son retroactivas. Ha cumplido un cuarto de la pena impuesta de 25 años, a que fue reducida legalmente la de 64 años, y podría obtener permisos de salida, pues, sin duda, su comportamiento en prisión habrá sido ejemplar. Además, no consta como violador, solo como asesino aparentemente rehabilitado, pero cuando logre salir podrá matar y/o violar.

     La Vicepresidenta del Gobierno dice que no hay que cambiar nada. Tal vez ignora que la psicopatía no es una enfermedad sino una estructura de la personalidad, adquirida en los primeros meses de vida, que no cambia nunca. Por eso, el psicópata de alta peligrosidad, cuando vuelve a sentir el impulso de violar y/o matar lo hace. Su deseo no reside en su sexo, muchas veces con disfunciones, por eso las castraciones voluntarias no son la solución. El deseo está en el cerebro. Solo cabe encerrarlos, como antes cuando existían manicomios, hasta que se invente, tal vez, un chip, controlador de ese impulso, que se pueda implantar en el cerebro. Mientras, en la calle, continuarán matando y/o violando.

     Los psicópatas “consifican” a las personas, las convierten en cosas. Nadie se inmuta por darle una patada a una piedra, ellos, ante  sus crímenes, ellos carecen de remordimientos. Fríos, calculadores, preparan sus actuaciones, en su propio vehículo llevan sus instrumentos, cuerdas, esposas, cloroformo, cremas. Mienten con enorme descaro, muy simpáticos, solo prestan atención al logro de su objetivo. Es el método del “asesino organizado”, según la clasificación psíquica. Pero, se ha avanzado mucho en su diagnóstico, su grado y su clase, sometiéndolos a nuevos estudios y tests, que están dando resultado. Es el legislador, pues el Juez se limita, como es su obligación, a aplicar las leyes, quien debe tomar cartas en el asunto. Ordenar, que sean obligatorias las pruebas necesarias para su diagnóstico; y lo que hay que hacer con ellos. La prisión no soluciona nada. No pueden rehabilitarse. Al contrario, lo parece, pero no es así, cuando vuelven a la calle reinciden. Ahora Ferrandíz, un hombre fuerte de 40 años, si aparece por algún lugar, temo que volverá a matar y/o asesinar, teniendo el permiso, de salida, de la autoridad competente.

17 de octubre de 2.004, Diario "El Mediterraneo".