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sábado
jul292006

Gabo. Morir de amor

gabriel garcia marquez.jpg     El domingo del puente de Todos los Santos se reunieron en el Palmeral. Lola había partido cinco grandes langostas por la mitad. Cuando llegaron Roberto, Julia, Constantino, Constanza, Antonio y Mariana, Emeterio trajo sarmientos y los colocó entre unas piedras, cerca de los pinos. Los encendió y puso la paella sobre el fuego. Lola, con un poco de aceite, reogó las medias langostas. Empezaba el ritual. Unos ajos tronchados y dos ñocas. Diez medias de arroz, aunque serían nueve a la mesa. Cuando todo estuvo dorado añadió caldo de pescado, que había preparado bien concentrado, y unas hilas de azafrán. Veinte minutos y cuando estuvo al dente ¡a comer! Mientras se hizo el arroz con langosta, tomaron ensalada de escarola con láminas de peras, nueces naturales, piñones tostados y pedazos de fresón para adorno, todo bien aliñado con aceite de oliva virgen, un poco de sal y vinagre de Módena; aparte, virutas de jabugo, pan con tomate y aceite, y vino de la Ribera del Duero.

rockwell_miseltoe.jpg      Cuando llegó el dulce de calabaza, Emeterio sacó un sobre: “mi tía Rosario María de las Flores me envía un ejemplar de “Memorias de mis putas tristes”. Es el último libro de García Márquez, allí, para todos, es Gabo. Está editado en papel de periódico. Aquí hacen pagar 17 euros, pero en el top manta mi tía lo consiguió por 4,75 dólares, apenas 4 euros”. Constantino la había leído: “en un castellano que se paladea línea a línea, lírico y musical, con la belleza que dan al lenguaje solo los grandes, cuenta la historia mítica de un periodista modesto, que escribe galeras y reseñas de música clásica. Tras la muerte de sus padres heredó una casa colonial con ricos muebles, que fue vendiendo para trampear con lo poco de su jubilación y lo que le pagaba el periódico. Nunca quiso desprenderse de la biblioteca, es su tesoro, se sumerge en ella, como en la gran música y en los boleros. Dotado de un considerado miembro, huyó siempre de los compromisos matrimoniales, pero tres veces por semana, desde antes de los 12 años, fue cliente de uno u otro burdel. El sexo es desnuda.jpgel consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor. El día que cumple los 90 decide hacerse un regalo, tal vez último. Pide a Rosa Cabarcas, dueña del mejor prostíbulo, una joven por estrenar. Acude acicalado, como se arreglaban los petimetres, de cualquier edad, en la mitad del siglo XX, traje blanco, camisa de seda, reloj de bolsillo con leontina también de oro y perfumado. La encuentra desnuda, sudando como es normal en el trópico, sobre la cama y durmiendo. Permanece junto a ella sin atreverse a tocarla. Cuando los gallos anuncian las luces del día la deja dormida, sin haberla tocado. El juego se repite muchas veces. Por circunstancias, durante un mes no puede verla y vive desasosegado, todo le desalma, su vida se convierte en un mar de celos y ansias. Sin noticias de la jovencita, la busca inútilmente. Me estoy muriendo de amor. Casilda, mujer experimentada, le recomienda que la encuentre, no te vayas a morir sin probar la maravilla de tirar con amor. Hay que morir en brazos de alguien que te quiera. Lo reconoce por fin, está enamorado y dispuesto a vivir su amor. A sus 90 años empieza una vida llena de ilusión, hasta más allá de los cien.

date de norman rockwell.jpg      Juan cogió la mano de Julia: “palpita el corazón, los pinchazos los sentimos en el pecho, pero el amor está en el cerebro. Aparece cuando menos lo esperas, después de los 90 años, o con los 60 cumplidos”. La miró a los ojos: “cuando llega da lo mismo tener 14 años, que 30, que 90, explota, invade la vida, como las flores la primavera y te acompaña su aroma serenamente, hasta la muerte, la cual se hace más distante, porque cuerpo y alma, inconscientemente, no renuncian, retienen la felicidad”.

     Gabo tiene 77 años y un cáncer que le acosa, pero está dispuesto a vivir y nosotros a gozar leyéndole. Ha escrito un relato mítico, con personajes en edades extremas para que el ejemplo pueda aplicarse a todos. Al fin y al cabo, el amor no sabe de edades.

9 de noviembre de 2.004, Diario "El Mediterraneo".

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