Las cuatro plumas

     Volaban de regreso y Julia, la mujer de Roberto, comentaba con Lola la Fiesta de las Flores. Estaban impresionadas con la cíngara que echó las cartas del Tarot a María Candelaria. Constanza la mujer de Bernardino: “podía saber la historia de la huérfana, como todos en una pequeña ciudad y el pronóstico de felicidad era claro. Con las palabras de la cíngara, se iluminaron los ojos azules de María Candelaria, refulgieron como el sol naciente en el mar, era fácil adivinar que podía ser elegida”. “Lo supiera o no”, dijo Lola, “las cartas decían exactamente lo mismo y las había barajado bien, estuve mirando sus manos todo el rato”. Bernardino concluyó: “Yo pagué con mi querido rubí sus palabras. Lo más importante no es como leen las cartas; escuchan, prestan apoyo y te ilusionan el porvenir. Las meigas, echen cartas o lean estrellas, no fabrican el futuro, pero ayudan a avanzar con esperanza”. La azafata avisó, estaban a punto de aterrizar.

     En tierra se apresuraron a cargar los equipajes en el monovolumen y ¡a Castellón! A las 11’30 pararon en la gasolinera de Garcimuñoz, a tomar el acostumbrado café, se proveyeron de lectura y de los famosos mostachones que venden. Julia conducía, los demás leían. Les impresionó el artículo sobre los insultos que recibieron los militares cuando se retiraban de Iraq. Les echaban huevos y les llamaban cobardes, tanto los sudamericanos, como polacos, italianos, portugueses, ingleses, todos. Había tropas de 30 países. Solo en la UE, el manifiesto en favor del apoyo a la intervención en Iraq, estaba signado por dieciocho países. Roberto comentó: “menos mal que Bono devolvió la medalla”. Lola, acostumbrada a machacar: “en la solapa debía llevar un huevo espachurrado, un baldón como antes llevaban los cobardes. Cuando nuestros obedientes militares van a Bruselas, los compañeros de otros países agitan los brazos llamándoles gallinas”. Constanza remató: “les entregan una pluma blanca”.

     Bernardino, como siempre, aportó los datos: “de Las cuatro plumas, novela de A.E.W. Mason, 1.902, se han hecho seis películas. Es la historia de Harry Feversham, oficial británico, enamorado de la bella Ethne, con la que prefiere planear su futuro. Cuando su regimiento es enviado a África, lo deja. Su padre lo repudia, sus tres amigos y su prometida le envían, cada uno, una pluma blanca, símbolo de la cobardía. Con el tiempo, se hace público que los rebeldes han cercado a su antiguo regimiento y que sus amigos están en apuros. Avergonzado, se embarca hacía África, haciéndose pasar por árabe, en compañía de Abou Fatma, un inteligente mercenario. En Sudán rescata, en singulares acciones, a sus tres amigos y pone la situación de tal manera que su regimiento pueda salir del atolladero. Tras cada una de sus acciones heróicas salvando, uno a uno, a sus tres amigos, sin darse a conocer, les devuelve una de las plumas. Vuelve a Londres y reconocida su hazaña, devuelve, a su antigua prometida, la cuarta”.“Esas cuatro plumas –dijo Juan- desde aquí las envío, una a Llamazares, que exigió, duran  te el discurso de investidura, la retirada inmediata de las tropas españolas de Iraq; otra a Bono, el héroe de Dinawinya, que se condecoró mien tras sufrían insultos y vejaciones los militares españoles; otra a Moratinos, que nos ha desacreditado en el mundo y parece que no se entera; y la cuarta a Rodríguez Zapatero. ¡Como es posible tomar esas cobardes decisiones por un puñado de votos que le mantengan en el sillón, cuando antes del 30 de junio, plazo que él mismo fijó, ha votado en la ONU que todos los países presten ayuda con tropas militares a la reconstrucción de Iraq!. Eso es lo que hacía España, se ha perdido la coherencia”.

     Lola, que había comprado el libro de Aznar: “demuestra que es un liberal, quería menos Estado, menos impuestos, menos intervención en todas las cosas. Cree que la gente puede entusiasmarse, trabajar por sí sola y, entre todos, hacer grande un país. Todos sus actos fueron coherentes con esta doctrina”.

27 de junio de 2.004, Diario "El Mediterraneo".