Martini rojo. La ambigüedad

     Para sofocar el calor que traía el poniente, al final de la tarde fueron a la piscina del Palmeral. Su agua fresca venía del pozo. Alrededor de la piscina, Lola había preparado chupitos con gazpacho, puré de calabaza, sopa de melón, cerveza y aperitivos, todo muy frio. Constantino se sirvió un Martini Rojo: “¿habéis visto su anuncio?”. “¡Si!”, dijo Roberto, “a propósito, ¿conocéis el último chiste?: comentan que tu amigo Chimo este verano ha salido del armario; y el otro contestó: él dice que, en agosto, dentro hace mucho calor y además está lleno de maricones”. Tras risas y sonrisas, continuó Constantino: “Ese anuncio es el perfecto reflejo de la ambigüedad reinante. En un jardín una preciosa rubia lleva en la mano un vaso con hielo, lo llena de Martini Rojo; entra en la casa, sube a una lujosa habitación, con los nudillos llama a la puerta de un armario, se entreabre y entrega el vaso a un hombre; éste lo coge y vuelve a cerrar. Solo se ve su mano. Ella hace un gesto teatral, sin que se sepa qué quiere decir, ni quién está dentro. ¡Un amante escondido! Tal vez, el marido gay que aún no ha salido del armario. Es la expresión exacta de la ambigüedad”.

     Constanza cambió el tema: “he visto en el Vogue el reportaje sobre las ministras pareadas; quieren que se las valore por su trabajo, no por esas fotografías”. “Dejando aparte las fotografías”, dijo Juan, “los modelitos que lucían, las mantas de pieles antiecológicas y el uso de un inmueble del Patrimonio Nacional, no puedo entender qué pretendían. La mandamás plantada en el centro, otras dos de pie, una sentada, tres retozonas sobre las pieles y la última apoyada lascivamente sobre una columna. ¡De qué van! ¡Quieren que se las valore por lo que hacen! Pero, no se están luciendo, al contrario: quitan el PHN que antes apoyaban, meten la pata en Bruselas con la agricultura, se les atraganta el I.V.A. y las habitacionales, en fin, no sigo. Lo de estas señoras, es otra muestra de ambigüedad, no dan la talla como top models, ni como ministras”.

     Constantino retomó la palabra: “ZP, salvando la connotación sexual, parece estar dentro de un armario, sin decidirse a salir, ni qué dirección tomar. Deja que sus ministros y ministras, al 50%, digan lo primero que se les ocurre. Mientras, él sonríe. En Menorca ha hablado de nacionalidades, sin concretar, pero dando gusto a su socio Maragall y a su comisario político Carod. Habló de la ley contra la violencia de género, que ha tenido que corregir Carmen Chacón, aceptando las sugerencias del CGPJ. Prometió el matrimonio entre homosexuales, pero los Jueces ¡que pesados! le advierten que el artículo 32 de la Constitución solo reconoce que el hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica. No entre dos hombres o entre dos mujeres. Y como colofón se mostró dispuesto a acabar con la moral carca. ZP confunde la moral con la sexualidad, como hacen los islamistas y otros trasnochados. La moral no es cuestión de entrepierna. La sexualidad, como todas las actividades del ser humano, se rige por el amor y respeto al prójimo, se puede ejercer con el libre consentimiento de la otra parte, sin causar daño a nadie y guardando la lealtad debida a quien se le haya prometido. La moral auténtica, la ética, núcleo de la civilización occidental, la constituyen valores como la dignidad, el respeto a la palabra dada, la verdad. Mentir no está permitido nunca. Esa es la moral que queremos los españoles, no que ZP nos predique sobre el sexo; que cuando se diga una cosa, se haga; que cuando se de una noticia, sea verdad; que las equivocaciones se reconozcan; que la democracia no se desnaturalice con algaradas en la calle; que se acabe con lo de si lo hago yo está bien y está mal si lo hacen los otros. El que actúa así, no solo es inmoral o amoral, es un infame, a quien no se puede estrechar la mano. Él mismo se califica y se insulta con sus actuaciones”.

29 de agosto de 2.004, Diario "El Mediterraneo".