ALDEANOS MIOPES Y MALOS

“Coge tu bici de carreras, haz unos doscientos kilómetros y cuando pares, pide agua en tu lengua veráncula. No te darán, allí no te entienden”, decía Bernardino, “mi amigo tiene dos nietos, a uno su padre le habla español, su madre griego, el niño oye que ellos se hablan en inglés y en la escuela le enseñan en alemán. El otro también oye a sus padres en inglés, uno le habla holandés, la otra en español y estudia en francés. El idioma es una herramienta de comunicación, quien lo utiliza políticamente es un simple aldeano miope. No ve más allá. Alguno no tan aldeano -dicho sea, con respeto a las buenas gentes de las aldeas, en su acepción de ignorantes, según el diccionario-, Rovira, Conseller como de Exteriores, lleva a sus hijos al Colegio Alemán y los hijos de los demás obligados a estudiar en barceloní reciclado, aunque la mayoría de los catalanes tienen el español por lengua materna”. “Pues, los peperos valencianos”, metió baza Roberto, “también van de aldeanos y encima a sus hijos, en las escuelas, les enseñan en catalán, que –dicen- aquí se llama valenciano”. El ambiente de la tertulia de las 11,30 se caldeaba.
Juan cambió el tercio: “estoy leyendo El Camino de la Realidad de Roger Penrose, el genio matemático que con números y fórmulas explica la física, el universo y un montón de cosas. Incluso el arte. No solo son esenciales en arquitectura y escultura. Las partituras pueden anotarse con números. La poesía también requiere medidas, ritmos y cadencias. En pintura hay que saber mezclar colores, pura química y, conocer leyes ópticas. Van Gogh daba dos pinceladas juntas de distinto color en el cuadro y el espectador ve un tercer color diferente. Da lo mismo que el dibujo represente un ángel, un desnudo, un paisaje, unas flores o nada, pero hay que ponerles colores guardando ciertas proporciones y el equilibrio del cuadro. O saldrá un churro. Sin color no hay pintura. Penrose reconoce que no logra explicar en qué consiste lo que llama conciencia, esa cosa interior, espiritual, que eleva un trabajo de artesanía a obra de arte. Alguna vez le he explicado como si el artista tuviera un gato en las tripas que le arañara y le hiciera parir la obra de arte. Con matemáticas no puede explicarse. Pero Penrose tiene claro lo que es arte y lo que no. Esos mensajes que los artistas modernos nos mandan con sus obras, sin buscar la belleza, son un enorme engaño. Es la plasmación del propósito de la progresía. Destrozar cada uno de los conceptos que conforman la civilización greco-romana-cristiana, obviar el concepto de belleza, como tratan de eliminar los de patria, honor, familia, deber, libertad”.
Entró Gonzalo, pidió un cortado, y se apropió del tema: “padecemos ataques continuos contra la libertad. Si en las vascongadas hubiera libertad, Ibarreche no sería Lehendakari, no pasaría de modesto chupatintas. Todos los vascos sufren la falta de libertad, aunque unos pocos prosperan gracias a que no hay”. El camarero avisó: “no se puede fumar”. Juan bramó: “prohibido fumar, comer hamburguesas, beber vino, conducir el todoterreno por el campo, oír música por la calle y van a nacionalizar el agua mineral. Primero nos acostumbrarán a todas las prohibiciones inimaginables, luego nos dirán qué hemos de pensar y pronto querrán convercernos de que las elecciones no son necesarias. Tratan de acabar con la libertad poco a poco. Por eso no se puede ceder en nada. En el 68 decían: Prohibido prohibir. Pues eso”.
13 de Febrero de 2007, Diario "Mediterráneo".
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