EL MEOLLO DE LA CUESTIÓN

El pasado 22 de julio Clara Tirado Museros, joven diputada autonómica socialista, recomendaba en esta misma sección de MEDITERRÁNEO la película “La Misión” sobre la gesta evangelizadora de los jesuitas entre los indios del Paraguay, que aun hoy continúa. El voto de obediencia al Papa que hace cada jesuita, les sitúa con frecuencia en las fronteras de la evangelización, lo que ni impide que muchos de ellos hayan luchado y luchen en la frontera del pensamiento, como Teilhard de Charden, Pedro Arrupe, Adolfo Nicolás o Carlo María Martíni, a quien cita Clara en su artículo. Esperamos la traducción al español de las “Conversaciones nocturnas en Jerusalén”, un diálogo con el también jesuita Georg Sporschill. El Cardenal, Arzobispo de Milán durante 22 años, al que muchos califican erróneamente de anti-Ratzinger, siempre ha dicho que “la Iglesia debe tener el coraje de reformarse”. “Soñé con una Iglesia en la pobreza y en la humildad. Una Iglesia que conceda espacio a la gente que pìensa más allá. Una Iglesia que da coraje, especialmente a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de 75 años he decidido rezar por la Iglesia”. Ahora tiene 81 años.
José Antonio Pagola, de 71 años, autor de “Jesús. Aproximación histórica”, reza por la conversión de la Iglesia al Reino de Dios. Esta es la postura correcta del creyente, desear la reforma de muchas cosas y rezar por la Iglesia, que avanza a pequeños pasos, velocidad impuesta por la prudencia histórica, para que tenga la puerta abierta en la frontera del pensamiento y desarrolle la doctrina del Concilio Vaticano II.
La alternativa que plantea Clara, “creer sin pensar o pensar para creer”, no es la cuestión. El meollo de la doctrina de Jesús es “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Para eso no hace falta ningún método. Basta con leer la Buena Nueva donde se explica quien es Dios, con parábolas que pudieran entender las gentes sencillas, analfabetas, de Galilea, de los territorios vecinos y de todos los lugares y tiempos. Es el padre exageradamente amante de cada una de sus criaturas. El que permanece, cada día, en lo alto de su casa oteando el fondo del camino, esperando que vuelva el hijo que ha perdido. Se fue con su parte de la herencia y no le queda nada, no tiene para comer. Cuando un día le ve aparecer, corre a su encuentro, lo abraza sin reproches, sin exigirle pedir perdón, le repone en lo que perdió y da una fiesta porque ha recuperado al hijo perdido. Parece injusto, en nuestra mentalidad actual, que le reponga al nivel de su otro hijo que ha sido leal, fiel y trabajador. Pero esa manera de actuar explica como es Dios. Es el dueño de la finca que no distingue al que va a trabajar al amanecer del que va a medio día, ni del que acude a última hora de la tarde, a todos les paga el mismo salario. Es la imagen del Reino de Dios donde no hay círculos, ni categorías, como en el Paraíso de Dante, todos están salvados por su amor, por el sufrimiento en la Cruz de su Hijo-Dios. En su Reino no caben cicaterías, porque Dios es omnisciente y cuando ama, y nos ama a todos, no puede hacerlo por metros o por grados, ama infinitamente a cada uno.
Los más de 500.000 jóvenes que estaban en Australia con el Papa saben todo eso. No necesitan métodos alternativos. La cuestión es tener fe, don divino, y estar dispuesto a amar a Dios y a nuestros semejantes. Es de agradecer a Clara Tirado Museros que se haya aproximado a un tema tan importante. Le deseo de corazón que encuentre la solución a su dilema en el meollo de la cuestión.
29 de julio de 2008, Diario "Mediterráneo".
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